Sombras y pantallas

10 de diciembre 2025 - 03:07

Comprendí la importancia de las “sombras” de Jung a través de un ensayo del poeta norteamericano Robert Bly, en el cual decía que nacemos libres, pero la relación con nuestros congéneres va laminando nuestras potencialidades, gestos primarios, espontaneidad y ego. Desde niño los padres nos regañan, eliminando el infante todo aquello que les molesta. Quiere ser querido por ellos.

En la escuela el contenido del saco de sombras se incrementa, pues queremos ser aceptados, eliminando aquellos signos de la personalidad que, según los maestros, indican que se es mal alumno. En la adolescencia queremos ser reconocidos, por lo que adoptamos el sentido gregario, buscando la identificación con la moda de la época o la estrella de turno.

A partir de los veinte años el saco de sombras es enorme, pero seguimos engrosándolo, pues se actúa de cara al entorno, se quiere ser reconocido socialmente. Nuestros traumas, energías primarias, personalidad creativa, maldades y debilidades, se encuentran alojadas en el mundo de las sombras, ocultas a la luz del público.

Hay dos personalidades, una amable, simpática, educada, y otra totalmente opuesta al canon social establecido. Un día todo estalla, se rompe la represión que aprisiona a la sombra, no mostrándose de forma natural, sino como impulso desbordado, agresivo y destructor, pues estas debilidades reprimidas se apoderan de la persona.

Esto no ocurre en la mayoría de individuos, donde la sombra expresa su fuerza en la oscura intimidad, conformado una doble personalidad, las cuales se enfrentan entre sí, liberando, el que así está sometido, esta represión hacia fuera como proyección, vista como algo ajeno, que se refleja en nuestros congéneres.

Esto explica el fenómeno que se produce en la relación social. Al conocer a una persona el inconsciente ofrece recuerdos, sensaciones y decepciones, para que el yo etiquete al nuevo contacto, asignándole los rasgos propios que el ego oculta a su portador. Aparece la impresión primera, tachando al sujeto conocido con aquello que nos produce aversión o atracción. Sólo el contacto físico y diálogo podrá revertir el dilema amor-odio. Es cuando comprendemos nuestro error y debilidad, conociendo como somos y nos reconciliamos consigo mismo.

Si la relación sólo se reduce a la pantalla la etiqueta asignada es eterna, y el desdoblamiento de la personalidad romperá la estabilidad psíquica de las personas, pues no se podrá descubrir el verdadero yo.

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