Suicidio

04 de diciembre 2025 - 03:07

La muerte de Rosmet y Sharit, dos quinceañeras cuyos cadáveres fueron encontrados en un parque de Jaén por uno de los padres, ha suscitado un mar de teorías para responder a la gran pregunta: ¿Por qué? El aparente suicidio es rechazado por algunos miembros de las familias, que no ven posible esa explicación, y la opinión pública busca comprender el suceso mediante una causa de fondo o un detonante. Quizás porque así podríamos sentirnos más tranquilos al pensar que esta tragedia tiene un motivo: acoso escolar, un amor imposible, maltrato, problemas familiares... Como si el suicidio fuera siempre un hecho racional o una consecuencia lógica de los acontecimientos.

Según los datos del INE, entre 2018 y 2022 los suicidios en España crecieron un 20% y desde entonces, en 2023 y 2024 ha habido un descenso progresivo hasta alcanzar cifras por debajo de los 4.000 casos anuales, que era la normalidad en la década anterior. Pero las alertas se encienden cuando nos fijamos en la evolución por tramos de edad, porque ese descenso general reciente no se da en los jóvenes. Siempre que se aportan datos se buscan las explicaciones y la más usual es la del Covid, por el impacto emocional y la etapa de encierro que sufrimos. ¿Es suficiente este argumento? ¿Hasta qué punto pasa factura ahora a una niña de 15 años lo ocurrido hace un lustro? Más allá de las secuelas que dejara aquel episodio, el día a día de los niños y jóvenes en nuestra sociedad tampoco es motivador. Se dice que lo tienen más fácil que nunca, porque no luchan por sobrevivir, como en otros lugares del planeta u otras épocas históricas. Pero viven en un mundo donde su mejor amigo es el móvil y piden consejo a la inteligencia artificial, donde el contacto humano es cada vez menor y donde los menos guapos, simpáticos, listos y triunfadores son apartados. Son problemas del primer mundo, pero son nuestros problemas y son los problemas que destrozan y quitan vidas.

Los niños ya no llegan a una comunidad donde tiene que haber de todo, ahora valemos más o menos en la medida en que nos aproximamos al estándar establecido, o lo simulamos. Su ventana al mundo son las redes sociales, donde sólo ven a gente feliz, guapa, lista y, sobre todo, sin problemas. Un pájaro herido no interesa en ese entorno de éxito, un lugar hostil del que quieren escapar demasiadas personas cada día. Seres a los que queremos y sin los que esta vida es mucho peor. Pero no lo saben, porque no lo sienten.

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