Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
EL pasado 29 de enero el Ejército de Tierra despedía en la Academia de Infantería a los tres últimos Capellanes Militares pertenecientes al Cuerpo Eclesiástico del Ejército; el acto se desarrolló en esta Academia por la especial vinculación existente entre el Arma de Infantería y el Cuerpo Eclesiástico al compartir ambos el patronazgo de la Inmaculada Concepción. Con ello se daba cumplimiento a la Ley 17/1989, Reguladora del Régimen del Personal Militar, que declaraba a extinguir el Cuerpo Eclesiástico, cerrando un capítulo de la historia militar en la que han intervenido unos cuantos cientos de hombres que tenían la doble condición de ser sacerdotes y militares; un capítulo de la historia militar en el que ha habido luces y sombras, estando entre las luces que más brillan las de los 6 Capellanes Militares que en guerras de Ultramar o en África se ganaron por méritos propios la más alta condecoración en tiempo de guerra, la Cruz Laureada de San Fernando; y otros muchos, en otras contiendas, la colectiva, entre otras.
La extinción de este Cuerpo Eclesiástico es una de las medidas tomadas en su momento para ir ajustando las estructuras internas en las Fuerzas Armadas al mandato constitucional en lo referido en su artículo 16 sobre la libertad religiosa y de culto. Este mandato constitucional ha sido desarrollado por la ley orgánica 7/1980, de Libertad Religiosa, que establece que los poderes públicos facilitarán la asistencia religiosa en los establecimientos militares, y por el Real Decreto 1145/1990, que crea el Servicio de Asistencia Religiosa en las Fuerzas Armadas (SARFAS) y en el que se especifica que la asistencia a los miembros católicos de las Fuerzas Armadas se ejercerá por el Arzobispado Castrense, en consonancia con el Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre la Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas y Servicio Militar de Clérigos y Religiosos. Con el SARFAS se da cumplimiento al derecho de asistencia religiosa en los Ejércitos, por lo que la desaparición del Cuerpo Eclesiástico no implica que no siga habiendo presencia de Capellanes en los mismos, lo que ocurre es que estos ya no tienen la condición de militares como sí la tenían los pertenecientes al Cuerpo Eclesiástico. Con la aplicación de esta normativa las Fuerzas Armadas han conseguido el equilibrio entre el peso de la historia y las tradiciones y el mandato constitucional, siendo completamente factible mantener ritos y ceremonias con elementos religiosos en los que participen las Fuerzas Armadas, al compás de las creencias religiosas de la sociedad española, tal y como dispone el citado artículo 16 de nuestra Constitución, en su apartado 3º, al establecer que "los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias de la sociedad española" y, en particular, "mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones". Por ello, el Estado Español no sólo ha firmado acuerdos con la Santa Sede, también lo ha hecho con la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas, la Federación de Comunidades Israelitas y la Comisión Islámica.
Hoy en día existen Capellanes en la mayoría de los Ejércitos Occidentales, siendo su presencia tan antigua como la propia existencia de los Ejércitos. Desde siempre, en la milicia ha habido una relación entre lo humano y lo sagrado ante la necesidad de la búsqueda de una protección más allá de lo natural. La espiritualidad de la institución castrense y el curso de los siglos han forjado esta tradicional prestación del servicio religioso a los militares puesto que el arte de la guerra se ha ido conformando y perfeccionando a través de elevadas dosis de espiritualidad, instrumento en aras de una mayor disposición de los militares a ejercer más eficazmente sus funciones, y más cuando en ello se pone en juego la propia vida. Decía el Coronel Capellán Nistal Martinez en su despedida que: "ser militar no es sólo una profesión apasionante, que lo es. Ser militar es tener el uniforme cosido al corazón. Es un estilo, un porte, un sentimiento y un orgullo que se pega en algún momento a tu vida y se entreteje en el alma para siempre. Ser Capellán militar es, además, no ser dueño de ese corazón para estar a las órdenes de todos, siempre." Sirvan estas palabras de homenaje a cuantos capellanes militares han escrito un capítulo de la historia militar que este pasado mes de enero se ha cerrado.
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