Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Me hubiera gustado titular “El año que inventamos el calimocho en Viator”. Pero, aparte de ser largo, puede que no sea exacto, a lo mejor alguien lo había inventado ya en otro sitio. Y encima le pusimos otro nombre. Bueno, voy al grano que más de uno se habrá mudado de columna. Corría 1968 y, mientras los franceses montaban su famoso “Mayo del 68”, los Beatles arrasaban y los hippies tomaban la costa oeste de Estados Unidos, yo hacía la mili en el campamento Álvarez de Sotomayor. En las pocas horas de asueto entre la instrucción de la tarde y la hora de acostarse, no había muchos entretenimientos. Los precios en la cantina eran muy bajos pero nosotros teníamos aun menos pasta, así que inventamos una bebida barata a base de vino y coca-cola. Aun no había vino en tetrabrik pero ya habían empezado a comercializar unos vinos que, supuestamente, eran mejores que los graneles que se tomaban mayoritariamente en casas, puestos y restaurantes. Eran botellas de litro, quizá para distinguirlos de riojas y similares, y tenían cinco estrellas en el cuello. La mezcla la hacíamos bebiendo a morro una quinta parte del contenido y rellenándola con un botellín de coca-cola. Le llamamos “cuba libre obrero”. Aparte del nombre, nosotros lo hacíamos con vino blanco y el calimocho es de tinto y con menos proporción de vino que el nuestro. Pero que conste que lo inventamos cuatro años antes, porque, según los propios vascos, ellos lo inventaron en agosto de 1972, en las fiestas de San Nicolás del Puerto Viejo de Algorta.
Por si alguien quiere recuperar aquella receta militar almeriense le informo que el vino era de la marca Savin, que a nosotros nos parecía el mejor de los que se vendían en botella de litro. Era blanco, como ya he dicho, aunque también los había tinto y rosado. También tomábamos un curioso (y peligroso) vino de color ambarino que se llamaba “Gran vino Taconazo” de fuerte sabor, ahora pienso que debido a la oxidación, aunque entonces se consideraba que era debido a un -inexistente en este caso- envejecimiento en madera. En estos primeros calores del casi verano me he acordado de aquella bebida que nos quitó algunas melancolías. Se podría introducir en chiringuitos y ferias, aunque habría que rebajar la proporción de vino y enfriarlo, porque en Viator el vino estaba a temperatura ambiente y solo adquiría cierto frescor con la adición de cola. De todas formas, está mejor el rebujito.
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