Que viene el lobo

18 de noviembre 2025 - 03:07

Durante la Transición, el lobo era, para algunos, los comunistas. Pero para la mayoría, después del golpe de Tejero, Armada y Milans del Bosch, el verdadero lobo era la vuelta del franquismo. Y la gente encontró la fórmula para evitarlo: en octubre del 82 el PSOE sacó 202 diputados. “Gobernará Felipe” fue el titular de portada del diario Pueblo que la gente enarbolaba en la manifestación de alegría en Madrid, una imagen que se constituyó en símbolo de la voluntad del pueblo, que no quería volver a vivir aquella época oscura.

Hoy existe el peligro cierto de una regresión en los derechos y libertades conquistados durante la Transición. El pacto constitucional, el llamado espíritu del 78, está ahora mismo siendo atacado por los diversos grupos, grupúsculos, personajes y personajillos que, sin más ideología que el racismo y la xenofobia, el antifeminismo, los toros y el nacionalismo superficial de pulseritas, banderas con el aguilucho y el saludo a la romana pretenden romper la convivencia y la paz que el pueblo español supo conquistar en los años duros y grises de la clandestinidad, la Transición, el referéndum constitucional y la legalización de todos los partidos políticos.

La Democracia está siendo atacada, violentada y vilipendiada por la extrema derecha. No ofrecen esperanza, ofrecen agresividad, cabezas rapadas, violencia y exclusión de todo el que piense otra cosa distinta a ellos. Y la Democracia no tiene los recursos adecuados para defenderse de estas agresiones. El Gobierno debe implementar –se dice ahora– los recursos para responder constitucionalmente a quienes pretenden robarnos nuestros derechos y libertades y convertirnos en súbditos quitándonos nuestra condición de ciudadanos, a quienes quieren deshumanizarnos –se dice también– y reducirnos a simples peones de su voraz carrera para conseguir el poder. Y todos los partidos que se digan democráticos, sin excepción, están obligados a aunar fuerzas con el Gobierno para expulsar de la política a los intolerantes, a los excluyentes, a los violentos de ultraderecha.

Hoy la gente no está por extremismos. Nadie quiere un periodo de inestabilidad. Los ciudadanos estamos por nuestros derechos y libertades. No queremos que otros, los violentos, nos impongan lo que tenemos que pensar, decir o escribir. Queremos vivir en paz, trabajar en paz y criar a nuestros hijos en paz. Y eso solo es posible en democracia.

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