Resistiendo

Andrés García / Ibáñez

viviendo entre meapilas

03 de enero 2013 - 01:00

SEGÚN el DRA, un meapilas es un santurrón, una suerte de beato o gazmoño. Alguien de sumo exagerado en todos los actos y ejercicios de devoción religiosa. El término -que surgió, al parecer, como una denominación coloquial y despectiva- se las trae; sería la combinación de "mear" (u orinar) y "pila" (en referencia a la pila bautismal que está en todas las iglesias). Del que hace excesiva ostentación de afectada -e intransigente- religiosidad, en extremo ortodoxa o fundamentalista, suele decirse que "mea agua bendita". Sinónimos del vocablo -más o menos aproximados- serían mojigato, timorato y pacato. El mojigato tiene -o finge- un recato exagerado y se escandaliza fácilmente. El timorato se asusta exageradamente de cosas que no le parecen conformes a la moral convencional y el pacato es -o aparenta ser- tímido y tranquilo, insignificante y encogido, humilde y empequeñecido.

Por lo tanto, justo es discernir, llegado este punto, entre ser y parecer, entre autenticidad y fingimiento; en definitiva, entre el meapilas verdadero y el falso devoto, suerte de tartufo este último de quien ya me ocupé en otro momento. En la mayoría de definiciones que los diccionarios dan al meapilas, acaba imponiéndose la acepción del tartufo fingidor o hipócrita, quizá por corresponder más exactamente al ser español y por ser su especie la más abundante entre todos los beatos conocidos de esta católica patria. Prototipo del servil escrupuloso, que finge exacerbada devoción; de actos aparentemente intachables y proclive, no obstante, a la traición fácil, a la doble moral y la doble vida. Una postura ante el respetable y otra de puertas para adentro; dualidad entre fachada e interior.

Algunos meapilas que, no obstante, acaban creyéndose ambas caras de su personaje y entran en un círculo vicioso de autoengaño y desquiciamiento, han arribado a la cosa pública por azares de la vida y gestionan desde su ejercicio todopoderoso los designios de la sociedad; aclamados por una corte de imbéciles correligionarios que tienen el pensamiento libre cercenado en alto grado. Prepotentes de nuevo cuño, tienen una infundada superioridad sobre los demás, se asesoran con el prete -siempre a su vera- y practican la corrupción como la cosa más normal, legal y corriente, con total impunidad. Puede que un día despierten de su sueño entre rejas.

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