Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Estamos viviendo la sequía más pertinaz y prolongada desde que hay registros y el pronóstico a corto plazo no mejora la situación. También sabemos por algunos historiadores, que en nuestra provincia hubo una gran sequía en 1849 y sobre todo otra más prolongada, que duró desde 1875 a 1879, que ayudó a muchas familias a tomar la decisión de emigrar a América. No estamos hablando del problema del agua para llenar las piscinas, ni del agua para regar los jardines. El problema es mucho más grave, porque en los pueblos del interior, donde no hay posibilidad de construir plantas desaladoras, si continúa la sequía podría crear un grave problema en el abastecimiento de agua potable a las viviendas. Por tanto no es descabellado pensar, que tengamos que volver a comprar o sacar de las cantareras los cántaros de agua, que tanto servicio hicieron en el pasado durante miles de años. Tampoco sería una tragedia, al menos para las personas mayores que durante nuestra juventud veíamos como las mujeres, una o dos veces al día iban a la fuente, a llenar sus cántaros de agua y para ellas no era ninguna tragedia, incluso yo diría que tenía su encanto, porque los lavaderos y las fuentes eran los centros de información de cuanto acontecía en el pueblo, noticias que a lo largo del día se iban distorsionando hasta límites insospechados. Porque los cántaros son tan antiguos como la civilización. Los egipcios ya los utilizaron para el traslado y conservación del agua. Los griegos también lo utilizaron. En la Biblia aparece con frecuencia la palabra cántaro. Citamos como ejemplo la mujer samaritana que encuentra Jesús junto al pozo de Jacob “la mujer dejó el cántaro, se fue a la aldea…” (Juan 4:28) o “Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua…” (Marcos 14:13) Romper un cántaro era algo tan serio que se utilizaba como una figura de la muerte (Ecc. 12:6) También hay muchas frases famosas y refranes que hablan del cántaro. Cervantes en El Quijote llama “alma de cántaro” a una persona infeliz o de poco entendimiento. También seguimos utilizando “llueve a cántaros” cuando el agua que cae del cielo lo hace a lo bestia, que no deja de ser una metáfora meteorológica, pero que todo el mundo entiende. Otra frase frecuente es “tanto fue el cántaro a la fuente que al final se rompió” que quiere decir que el que se expone constantemente al peligro, al final lo lamentará. Termino con la canción de Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina que en 1977 se hizo muy famosa: “Son tus perjúmenes mujer los que me sulibeyan…tus pechos cántaros de miel…” que fue número uno durante bastante tiempo.
Durante los años que estuve en Caritas aprendí mucho de la vida y también a valorar las cosas sencillas que tenemos. Un día le preguntamos a un grupo de personas procedentes de Sahel de África, qué era lo que más le había sorprendido, qué era lo que más le había llamado la atención de lo que había visto en España y su respuesta no se hizo esperar: “dar a un grifo y que salga el agua inmediatamente” aquella respuesta contundente y rápida, aunque han pasado muchos años, no la he olvidado. En fin lo importante e imprescindible es el agua, que lo es tanto como el aire que respiramos; el trabajo para conseguirla es secundario. Los cántaros son de una o de dos asas y en España normalmente se llevaban apoyados en la cadera, pero en otras zonas del mundo los llevaban sobre la cabeza, como en el famoso Cuento de la Lechera y en algún país de oriente sobre el hombro. En cada casa había cantareras de madera o empotradas en las paredes como pequeñas hornacinas, tanto unas como otras en la cocina. Y desde luego el agua de un cántaro bien administrado daba mucho de sí.
Los cántaros fueron tan importantes en la antigüedad que en nuestra vecina Murcia, llamada entonces Tudmir, un cántaro dio lugar a una guerra civil. Había empezado el siglo IX y el odio entre yemeníes y muladíes era patente en la vecina cora de Tudmir (Murcia) Cierto día un campesino muladí estaba llenando un cántaro de agua fresca en un manantial, que había junto al río Sangonera y para tapar el cántaro, al aguador no se le ocurrió otra cosa que coger unos pámpanos de una parra cercana, sin advertir que el dueño de aquella parra era un yemení. A continuación se entabló una discusión entre ambos, que poco a poco fue subiendo de tono, terminando con la muerte del muladí. La noticia corrió pronto por los pueblos de la ribera del Sangonera y se inició una guerra civil en toda la cora de Tudmir. Enterado Abderramán II, se vio obligado a mandar el Ejército a la zona, para pacificarla y fundar una ciudad militar para garantizar la seguridad. Al frente de este Ejército iba el General Muawiyya que fundó la ciudad de Madinat Mursiya el 25 de junio de 825 en el valle del Segura y el emir convirtió Mursiya en la nueva capital de Tudmir, en sustitución de Orihuela. Este episodio ha pasado a la Historia con el nombre de “Guerra de la hoja de parra” que aunque el motivo fue el hecho de tapar la boca del cántaro con unos pámpanos, sin ninguna duda el culpable fue el cántaro.
Es el momento de empezar a ahorrar el agua al máximo. No olvidemos que abrir un grifo y que salga agua, es siempre un lujo y un milagro.
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