En la tradición japonesa, los tres monos sabios evitan el mal ignorándolo fehacientemente. Así, uno se tapa las orejas para no oírlo, otro se tapa los ojos para no verlo y otro se tapa la boca para no hablar del mal. Así parece que se están comportando los mercados financieros, no queriendo ver, oír ni hablar de todo lo que no encaja, de todo lo que va mal.
Una primera pista de que algo no funciona como debiera nos la da la coincidencia en el tiempo de cotizaciones récord del oro y de los índices bursátiles. El oro, hasta ahora, había actuado como un valor refugio, el lugar donde acudir cuando no hay certeza sobre los valores de los activos cotizados o cuando no somos capaces de visualizar la solvencia de los agentes, como pasó en 2008.
Otra pista. Trump es para el orden mundial lo que El Mulo para la Fundación de Asimov. Un tipo que desborda las capacidades de la psicohistoria porque su mente es diferente a la de los demás. No digo que el anaranjado presidente estadounidense tenga capacidades mentales sobrehumanas, pero sí que no actúa como cabría esperar. Trump se ha propuesto romper el sistema multilateral, regresando a los tiempos en los que las relaciones entre las naciones se fundamentaban en el uso del poder y la coerción. Ataca los fundamentos de la ventaja económica estadounidense: la primacía de la ciencia sobre el dogma, y está intentando concentrar la mayor parte del poder en sí mismo y su camarilla, poniendo en riesgo la democracia.
Una tercera: los países están optando por soluciones militares para solventar sus diferencias. Tenemos los ejemplos de Rusia con su invasión de Ucrania, de Israel en Gaza primero y luego en casi todo Oriente Próximo, de Azerbayán en Nagorno Karabaj…
Finalmente, tenemos el ascenso acelerado de China a la categoría de superpotencia y su pulso cada vez más explícito con Estados Unidos en múltiples frentes, hasta el punto de que sir Robin Niblett, exdirector del think tank Chatam House, habla ya de una nueva guerra fría.
¿Cómo es posible que los mercados de capitales de medio mundo se encuentren marcando máximos históricos en un mundo como este?
Hay explicación, por supuesto. Varias. Los máximos del oro están siendo impulsados en parte por la estrategia china de acumulación y sus planes para desarrollar mercados financieros al margen del dólar. Las reservas de oro fortalecerían la posición internacional del renminbí en su intento de posicionarlo como unidad de cuenta internacional. Ahora bien, esta explicación lleva implícita una amenaza real contra el dólar y el poderío financiero estadounidense.
Hay otra posible explicación que ayuda a entender qué está pasando. Algo tiene a todo el mundo ocupado mirando para un solo sitio, impidiendo hacerse una idea general del contexto. Me refiero a la inteligencia artificial. Detrás de esta revolución tecnológica están las grandes subidas bursátiles estadounidenses. Un sector que, además, ejerce un brutal efecto tractor sobre otros que también son intensivos en capital: el diseño y fabricación de semiconductores especializados; la construcción de centros de datos, y la producción de energía eléctrica.
Pero en este punto conviene recordar a Galbraith y su pequeño librito Breve historia de la euforia financiera, en el que analiza algunas de las mayores crisis financieras de la historia y donde saca algunas características comunes. Si seguimos su razonamiento ya han transcurrido casi 20 años desde la última gran crisis financiera, el tiempo justo para el ascenso de una nueva generación; nos encontramos un elemento tecnológico nuevo que supone el factor «esta vez es distinto» (la propia IA); se acallan las voces críticas, incluso algunos hechos que ponen en entredicho la eficiencia de los capitales invertidos, como la irrupción de DeepSeek, se minusvaloran o se olvidan. Finalmente, hay un sistema de apalancamiento. Para financiar los centros de datos se está recurriendo a empresas especializadas que los edifican para alquilárselos luego a las tecnológicas. Estas empresas titulizan los ingresos futuros y los colocan en el mercado.
Todas estas señales por separado invitarían a la moderación, a la reevaluación de los riesgos y a un comportamiento más prudente. Sin embargo, la fiesta sigue y todo el mundo quiere una entrada para ella.
Así que vuelvo al título: me temo que en esta ocasión los mercados financieros no están actuando como los monos sabios, sino como verdaderos monos suicidas.