Ojalá existiera lo de la OTI
Jorge Díaz, el hombre "más orgulloso y feliz del mundo" gracias a Mojácar: así fue su pregón
Cultura
El escritor perteneciente al trío Carmen Mola fue el encargado de pregonar las Fiestas de San Agustín
Jorge Díaz (Carmen Mola) regresa a Mojácar: "Llevo un año y medio viviendo aquí dentro de mi cabeza"
Este pasado miércoles comenzaron las fiestas de Mojácar y lo hicieron con un pregonero de mucho nivel literario. Ni más ni menos que Jorge Díaz, uno de los tres escritores que firman con el seudónimo de Carmen Mola. El alicantino fue premiado con el honor de dar el pregón porque recientemente publicó su novela "El espía" ambientada en la Mojácar de los años 50.
Jorge Díaz pronunció un pregón cargado de humor, sentimientos y recuerdos. Este es el texto completo de su discurso:
Buenas noches, Mojácar, mojaqueros y mojaqueras, vecinos, turistas, visitantes y todos los que hemos nacido lejos de aquí, pero nos enamoramos en cuanto vimos estas casas blancas colgadas de la montaña, en cuanto subimos las empinadas cuestas y, de repente, el espectáculo del mar nos devolvió el aliento…
Debo dar las gracias al alcalde de la muy noble y leal ciudad de Mojácar, don Fran García, y a las autoridades, sobre todo a una de las concejalas del ayuntamiento, Noemí Linares, que hace unos meses me propuso pronunciar este pregón sin saber que me hacía el hombre más feliz y orgulloso del mundo, como lo habrían estado mis padres, aunque ya no puedan verlo.
Hablo de ellos porque estas son las Fiestas de San Agustín y mi madre llevaba ese nombre, Agustina, al igual que mi abuelo, uno de mis hermanos y también uno de mis compañeros de escritura. Parecía que estaba destinado a este pregón… Así que, ¡Viva San Agustín y todos los agustines que me rodean!
Quizá os preguntéis quién es este tipo que habla sin parar. Soy Jorge Díaz, escritor, parte del trío que tuvo la suerte, o el desparpajo, según se mire, de ganar el Premio Planeta con el nombre de Carmen Mola.
No he venido a hablar de mi libro, pero sí a confesar que El Espía, ambientado en este Mojácar que me robó el corazón, es mi excusa para estar aquí hoy, en esta plaza llena de vida. Creo que soy la persona que más ha inventado sobre Mojácar, eso sí, con cariño y pasión, me alegro de que lo hayáis entendido así y nadie haya querido tirarme al pilón, o a la Fuente del Moro, ya que estamos en Mojácar. ¡No lo hagáis esta noche, por favor!
Ni aquí se refugió un malvado nazi, ni hubo una base de submarinos alemanes, tampoco tres jóvenes asesinos. Todo ficción, eso sí: si algún día aparece un submarino alemán en la playa del Sombrerico, que me llamen, que escribo la segunda parte.
Lo que sí había, o eso se cuenta, es un niño que nació en este pueblo, se marchó a Estados Unidos y se hizo famoso creando sueños para los demás. A ver si un día se confirma que era mojaquero, como me aseguran muchos vecinos, y nos ponen un parque de atracciones de esos con ratones que hablan y hoteles que parecen castillos, con princesas, dragones y brujas malvadas.
También se sabe que es casi nuestra una figura que simboliza todo Almería, el Indalo, nuestro Muñeco Mojaquero, que, pintado junto a las entradas de la casas, nos protegía de todo lo malo que nos pudiera ocurrir… Que así siga.
Estas son mis primeras fiestas de San Agustín, espero que no sean las últimas. Me gustaría venir pronto a las de Moros y Cristianos y escoger Cábila o Cuartel. Pero hay que disfrutar del día: he visto a muchas mujeres vestidas de mojaqueras, con un traje que no se compra en una tienda, que hay que coser en las casas, que las abuelas les hacen a las nietas y las madres a las hijas, y trabajan, como lo hicieron sus antepasadas, con la misma alegría, devoción y ganas de pasarlo bien y de demostrar que este no es solo uno de los pueblos más bonitos de España, también de los más acogedores.
Quiero asistir a la feria del mediodía, emocionarme con la carrera de cintas a caballo o en bicicleta y aplaudir a los que logren la ansiada cinta, acompañar la ofrenda floral y la procesión en honor al Santo y, sobre todo, ya he tenido ocasión de admirarla hoy, la tradicional Subida del Agua en la que las mojaqueras con las ropas típicas y los cántaros en la cabeza recrean el esfuerzo que mantuvo este pueblo con vida. No es sólo un bellísimo desfile, es un símbolo de trabajo colectivo. Esta fiesta debe ser, cada año, un homenaje a todas ellas, el corazón de Mojácar.
San Agustín, obispo de Hipona, dijo «la medida del amor es amar sin medida».
Respetemos su enseñanza. Para estas fiestas, yo os deseo que os améis sin medida, que los padres amen a los hijos y los hijos a los padres; que las parejas se amen; que se amen los amigos, que los vecinos amen a los turistas y los turistas a los vecinos...
Pero, sobre todo, que amemos sin medida a este pueblo y lo cuidemos para que dentro de cien años haya otro viajero despistado que llegue, como lo hice yo, se enamore de él y desee quedarse aquí para siempre.
Divertíos, reíd, bailad y mantened vivas, un año más, las tradiciones mojaqueras.
No me queda más que añadir que: ¡por orden del señor alcalde, se hace saber que empiezan las fiestas de San Agustín!
Y ahora, acompañadme en mi grito: ¡Viva San Agustín! ¡Viva Mojácar!
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