Níjar

Las jarapas, un souvenir atemporal

  • Un arte que tiene como templo al municipio almeriense y que es reconocido a nivel mundial por todos los turistas extranjeros que lo visitan cada año

El municipio costero de Níjar es bien conocido no solo por sus paradisíacas playas sino también por su destreza en la artesanía, que prevalece en el tiempo a pesar del intrusismo de productos y manufacturas industrializados.

El pueblo, situado a unos 30 km de la capital destaca por su cerámica colorista, hecha con las manos de sus artesanos autóctonos. Una tradición alfarera creada por la necesidad de transportar el agua en un clima tan seco y que hoy en día se dedica principalmente a los ornamentos decorativos. Sin embargo, la pieza estrella de Níjar son sus jarapas. Estos textiles rústicos característicos principalmente de Andalucía occidental tienen como núcleo de confección la localidad almeriense, se realizan mediante los retales sobrantes que se tejen para formar mantos diferentes de vivos colores.

Los franceses son los mayores compradores extranjeros de este producto nijareño

Su origen se remonta tras la expulsión de los moriscos, a los muchos telares de estas tierras para la confección de la seda se les dio un uso casero que consistía sobre todo en el aprovechamiento de las telas usadas o harapos, siguiendo los mismos patrones artesanales de ejecución que se usaban en la antigüedad. De esta palabra se deriva el nombre, que de hecho tendría que haber sido harapas, pero la aspiración de la H, típico fenómeno lingüístico andaluz, la trasformó en J. Actualmente los materiales utilizados para su fabricación son, además del algodón, el poliéster y otras fibras.

En el proceso de elaboración se aprovechan los restos de fábricas textiles para hacer las "tiras", con las que se preparan los ovillos para posteriormente realizar los "churros" (especie de madeja especial que se introduce en la lanzadera del telar para que la tira se vaya tejiendo). Una vez que los churros están en las lanzaderas se desplazan por el telar, entre los hilos, realizándose el tejido. Después de terminar se saca del telar, se cortan las jarapas, de unas se cosen los lados y otras se acaban con nudos, quedando listas para su comercialización.

Mari Carmen López, barcelonesa, y su marido, Jesús Lopez, nijareño de nacimiento, se dedican a la venta de jarapas desde hace 31 años cuando ambos regresaron de Barcelona, donde residían. "Llegamos a Níjar y comenzamos a trabajar en una empresa de la que más tarde nos despidieron esto hizo que a Jesús se le metiese en la cabeza montar un negocio de jarapas ya que para él era una forma de hacer cosas nuevas e innovar en la tradición", cuenta su mujer. 'La jarapa ' es la tienda de este matrimonio y confecciona con técnicas artesanales lo que a día de hoy venden como alfombras de diferentes tipos de materiales y diseños.

El colorido tapiz se ha convertido en un producto inmortal y atemporal pues se ha mantenido a lo largo del tiempo a pesar de su vetusto cometido. "Antiguamente la ropa que no se usaba se recortaba en tiras y cosía como una manta para ponerla bajo el colchón de la cama o el sofá proteger este del somier, ahora esto no se utiliza y las jarapas se han convertido principalmente en alfombras y elementos de decoración", explica Mari Carmen. En la actualidad estos tapices son muy demandados por su valor artesanal en toda la provincia, aunque los mayores compradores de este colorido producto son los turistas. "Los que mas compran son los visitantes nacionales mientras que del extranjero los franceses son los que más aprecian este artículo". Un negocio que ofrece a sus clientes muchas posibilidades en cuanto a formas y estilos. Las jarapas son por lo general económicas, su precio ronda sobre los cinco euros. Este se incrementa según su tamaño y complejidad en el diseño y elaboración, es por eso que las hay de un precio mayor, sobre los 30 euros, que son más distinguidas. Pensadas especialmente para la decoración de interiores.

Un arte que sin duda, despierta mucho interés entre los viajeros que visitan Níjar y recuerdan la tierra almeriense con una jarapa a los pies de sus camas.

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