Dulce y salado
ASÍ, grosso modo y por reducir, la Navidad es (a excepción de Nochevieja) casera y recogida, mientras que Semana Santa es más callejera y expansiva. En invierno al calor del hogar y en primavera a darle a la pata, aunque sea con la rebequita sobre los hombros. Y ya en la calle, amén de ver pasar procesiones a pie firme (¡jodida ciática, los días que me esperan, bonita!) o brujulear hasta encontrar el encuadre cinematrográfico idóneo, hay que conquistar al estómago. No todo va a ser contar capirotes, criticar a la cofradía rival, aturdirnos con los tambores y admirar "el retablo pasionista en movimiento" que diría un abrillantinado y cursi capillita de traje oscuro. La oferta comestible -sólida y líquida- es variada y, las más de las veces, de contrastada calidad. Como en cualquier época del año en esta Almería de nuestros pecados, los bares, bodegas, cafeterías, confiterías, croasanterías y restaurantes de módico menú o elevada carta, surgen por doquier a lo largo y ancho de los itinerarios señalados por cada una de las hermandades y cofradías
Tales rutas gastronómicas semanasanteras coinciden indefectiblemente con otras turísticas o divulgativas del patrimonio, pongamos por caso. En pleno casco histórico, ensanche urbano o barrios periféricos de donde parten y se recogen los cortejos. Como cada "penitente" de la plancha, freidora, fogones y microondas tendrá ya su listado favorito, yo me limito a dar la dirección de los que suelo frecuentar: Quinto Toro, Montenegro (junto a la catedral), Tirso (Avda. de la Estación) y El Alcázar (calle Ricardos), posiblemente los dos bares en que me mejor tratan el pescado fresco; El Obispo (Juan Lirola), con exquisitas carrilladas y cordero segureño, Entrefinos, de Paco Morales (a espaldas del cochambroso edificio de Correos), Capitol y Bonillo (el de las bravas patatas; ambos en c/. Granada), Casa Joaquín (calle Real), Bahía de Palma (junto a Ayuntamiento) y el Parrilla Pasaje (en Rueda López), con cuatro o cinco sustanciosos platos de cuchara, a elegir. Por el mismo precio, a la puerta de casi todos ellos tendrán la oportunidad, además, de escuchar saetas en las voces de los hombres y mujeres del Morato. Con nostalgia y el sentimiento propio de estas fechas, debemos certificar el cierre de dos establecimientos señeros. Entonar nuestro particular gori gori por Casa Puga, epicentro semanasantero por excelencia, y el bar La Gloria, en el barrio de la Plaza de Toros, de obligada cita a la salida y recogida de La Macarena y El Perdón. Requiescant in pace
En cuanto a la "dulce" elección, la capital no le va a la zaga. No obstante, me inclino por los clásicos: La Dulce Alianza (mi habitual base de operaciones); Capri, en Navarro Rodrigo, Don Croissant, en Obispo Orberá y una franquicia nueva, Garnier, en Méndez Núñez (¡prueben su bollería de harina integral!). Ahora bien, si tales delicadezas no las acompañan con alguna especialidad bebestible (americanos, ponches pasados) del Kiosco Amalia, es para retirarles el saludo.
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