La Pasión de Jesús, desde el arte

Semana Santa

Pintores, escultores y músicos se sintieron siempre motivados por este drama de la Cruz

A lo largo de la historia, han proliferado supuestos y diferentes “retratos” de Jesucristo

‘Cristo atado a la columna’, de Diego Velázquez.
‘Cristo atado a la columna’, de Diego Velázquez.
Julio Gonzálvez

03 de abril 2023 - 00:00

De sobresaliente puede calificarse el eco histórico que la Pasión de Jesús produjo en el mundo del arte. Pintores, escultores y músicos se sintieron siempre motivados por este drama de la Cruz. Sus aportaciones sobre los distintos momentos de la Pasión y Muerte configuran una página muy importante en la historia del arte, que se han materializado en obras de indudable e inculaculable valor artístico.

A lo largo de la historia, se han proliferado supuestos “retratos” de Jesús. No era usual, hace más de dos mil años, la preocupación por describir físicamente a las personas. De ahí que desconozcamos sus rasgos físicos. El mismo San Pablo, en su Epístola a los Corintios, muestra su desconocimiento del físico de Jesús, “según la carne”. Los sarcófagos de los primeros cristianos lo representaban por el pez, el cordero, la vida y la espiga. Los artistas del Renacimiento y de épocas posteriores hubieron de “construir” su figura física y, en torno a ella, plasmar sus dolores y sufrimientos durante su Pasión y Muerte.

La “Oración del Huerto” ha sido recogida magistralmente por Andrea Mantegna, un pintor de Padua, del cuatrocientos italiano. Su cuadro se encuentra en la Galería Nacional de Londres. También se ocupan de esta temática los españoles Alonso Berruguete, creador de la escultura renacentista castellana, y el murciano Francisco Salcillo.

La “Flagelación de Cristo” aparece representada en el retablo mayor de la catedral de Huesca, obra del valenciano renacentista, Damián Forment. El burgalés Diego de Siloé, en su “Cristo atado a la columna”, recoge el patético dramatismo de este momento de la Pasión. Otro tanto podemos decir de Juan de Mesa, en su “Cristo del Gran Poder”, obra que goza de la piedad popular, y de Diego Velázquez, en el “Cristo atado a la columna”, de inspiración italiana.

El “Ecce Homo” fue representado por Tintoretto, y la “Subida al Calvario” por Rubens, a base de un barroco exuberante, en un lienzo que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Bruselas.

El tema del “Gólgota” ha tenido muchos adeptos en el campo artístico. Otra vez hemos de citar a Diego Velázquez, con su famoso “Cristo”. El llamado “Cristo de Velázquez” de la ciudad de Toledo, primitiva imagen del s. XVII, sirvió de inspiración a José de Zorrilla para su leyenda “A buen juez, mejor testigo”. Por su parte, Francisco de Goya, pese a su escaso interés por la pintura religiosa, nos legó su “Cristo crucificado”, que presentó para su ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

No era usual, hace dos mil años, la preocupación por describir físicamente a las personas

Sobre el “Descendimiento”, contamos con la obra de Rubens, un Cristo que se desploma. Cuando es baja de la cruz, es abrazado por María. Fray Angélico, el místico de la pintura ha reflejado magistralmente este momento, y lo mismo hizo Botticelli. No podemos olvidar en este lugar al gran pintor y escultor Miguel Angel. Su obra al respecto la llevó a feliz término cuando tan solo contaba unos veinte años de edad.

En este apartado, gusto personal a parte, no podemos olvidar a Rogier van der Weyden y su “Descendimiento”. Que junto con “El Calvario” son obras maestras de pintor belga. Por única vez, ya que ni el propio artista las pudo ver juntas, las obras maestras citadas, más “El Tríptico de Miraflores”, se vieron en el Museo del Prado en abril del 2015. Un verdadero tesoro de emociones. Fuente de eterno sentimiento. Obras devotas, patéticas, realistas y de exquisita perfección técnica.

Por último, el “Entierro de Jesús”. Tiziano se ocupó de plasmar magistralmente este último tramo de la Pasión, sin olvidarnos de Veronés y de Caravaggio que lo supieron plasmar con la sensibilidad que procedía por el tema tratado.

Pasión por la Pasión

La fe popular es el desgarro de una saeta al paso de Nuestra Señora del Amor y de la Esperanza con la luna llena silueteando su rostro de dolor por la muerte, por el asesinato, de su hijo crucificado. Somos herederos de una tradición que ha definido nuestro comportamiento, y en ella nos hemos instalado, afortunadamente, sin dejar que otros vientos barrieran de nuestro paisaje cultural manifestaciones que tienen en la piedad su genoma más certero. Soy partidario de las manifestaciones religiosas. Soy solo un espectador más, de la parafernalia de todas las Semanas Santas, de la magia atávica de las procesiones y la Pasión viviente de los pueblos de la provincia. En mi memoria de pueblo sigue sonando el tambor procesional de todas las primaveras, la banda sonora de los días en los que la lluvia no afeaba los cortejos procesionales. Siento pasión por la Pasión, y me consta que la fe no es antropología ni folclore primario. Cuando las cuadrillas de costaleros las componen los jóvenes que han crecido con los hosannas populares de cada Domingo de Ramos, cuando debajo de los pasos van personas como usted y como yo, soportando muchos kilos en sus hombros, uno es consecuente de que la esencia de pueblo permanece por encima de las circunstancias. Un viejo conocido, comunista acérrimo, ya fallecido por el desgaste de los años, me decía en Málaga hace años: “Yo no creo en Dios, pero creo en las procesiones. Son un acto que no tiene precio ver a la iglesias por las calles”. Sigo conmoviéndome mirando los rostros de la gente que aguarda el paso de la Virgen. No viene mal recordar de dónde venimos mientras vemos pasar un capítulo de la historia sagrada por nuestras calles abarrotadas de gente. Soy, decididamente, un apasionado por la Pasión.

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