Su poderío consigue aplacar la lluvia
El miedo de los cofrades a no recorrer las calles de la ciudad solo queda en un susto Almería se conciencia del silencio de la Cofradía
Yse respiraba fe en Él. Desde las primeras horas de la mañana de Lunes Santo, todas las visitas que ante sus pies se postraron en la Iglesia Parroquial de San Pío X, le implorarían lo mismo: «¡Sal a la calle, queremos verte!». Nunca antes (nos referimos a años anteriores) se vivió tan a flor de piel ese sentimiento de intranquilidad por motivos meteorológicos. Fueron muchas las amenazas de lluvia que de un tiempo atrás se nombraron y, de hecho, durante el día el leve chispeo así lo corroboró. Es por ello que con más ahínco a Jesús del Gran Poder sus feligreses lo cubrieran de rezos íntimos y de fresquísimas y vivas flores.
Con esa conmoción ya descrita como telón de fondo (y a sabiendas que las otras dos hermandades que también procesionaban hoy -Macarena y Pasión- habían retrasado sus salidas, y la primera incluso hubo de volverse al templo), sus vecinos del marítimo barrio de El Zapillo, infinidad de cofrades y devotos de la ciudad y su cortejo fúnebre de impecables nazarenos ataviados con túnica negra azabache y rematados por cinturón de esparto, lo aguardaban en la calle. No cabía un alfiler en los alrededores de la puerta de salida (calles Tejar y la esquina de esta con Bilbao).
Con un silencio que cortaba la respiración de los allí presentes, no fue hasta el instante en que se distinguió la silueta del Cristo de José Antonio Navarro Arteaga avanzar hacia el exterior de su templo, cuando el pasmo y embeleso general mudaron en gozo y confianza en que la estación de penitencia iba a llegar al mejor de los puertos posibles. Así fue como vio la luz de este tan grisáceo como nuboso Lunes Santo de 2016, el Señor del Zapillo y previo reajuste de la parte superior de su cruz (actuación esta realizada por parte de un costalero).
A Jesús del Gran Poder -al igual que demostró en el via-crucis del pasado viernes por las calles aledañas de su iglesia- le gusta hacerse visible sin ningún alarde, desprovisto de lujos y a la espera de que su Madre María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso el próximo curso pueda acompañarlo junto a San Juan, reflejando estos la sacra conversación descrita en las Santas Escrituras.
Del mismo modo que su homónimo sevillano de la Madrugá de Jueves Santo, siempre pasa de puntillas, descalzo y atento a las voces que su capataz Manuel Sánchez Amate le profesa a las treinta y cinco almas que lo hacen avanzar de frente, con poderío y con un racheo que deja huella. Una huella que, por momentos, y tanto a la ida como a la vuelta, peca de fría -no por el día de hoy, que también- sino por el desapacible recorrido que la cofradía ha de sufrir por avenida Cabo de Gata hasta llegar al centro de la ciudad o a su casa parroquial, respectivamente.
Siempre les quedará el consuelo a los miembros directivos de esta corporación de fe en Cristo de que su barrio no lo abandona nunca -y menos en las malas como hoy- y que la ciudad de Almería cada vez está más amoldada al carácter de recogimiento que demanda la hermandad. Con esos mimbres, solo queda seguir.
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