En fútbol hacerlo todo equivale a marcar, por eso suena raro que el Almería, haciéndolo casi todo en Almendralejo, volviera con las manos vacías. Que a los rojiblancos les falta gol no es una cuestión de las últimas jornadas, sino un mal que intentó paliarse en el mercado invernal con la llegada del bosnio Demirovic y que ni de lejos ha conseguido solventarse, a la vista de los resultados. El equipo crea y genera ocasiones, pero no define.

Y si en el fútbol te falta la salsa del gol, por mucho que el grupo esté bien mecanizado tácticamente, hay poco más que hacer. Es una verdadera lástima porque esa ausencia de un rematador puro (Álvaro Giménez es la primera vez en su carrera que actúa como delantero centro) está lastrando las opciones de este Almería de colarse en los puesto de play-off de ascenso. Con un matador otro gallo seguramente les cantaría a los de Fran Fernández, que brillan en casi todas las facetas del juego salvo en la suerte suprema, para su desgracia. El equipo hace como pocos las transiciones, tiene solidaridad para las coberturas defensivas, velocidad por bandas, juego interior con Real y buenos mediocentros, pero luego se cortocircuita en los metros finales, los que verdaderamente marcan la diferencia de conformarse con metas menores o aspirar a repartirse lo mejor de la tarta. Ayer, en su lectura del partido, FF incidía en la gran cantidad de acercamientos al área y el dominio sobre el Extremadura, para luego quejarse amargamente de un penalti en contra señalado en el área unionista y otro ‘sisado’ en la extremeña. A buen seguro ese discurso habría cambiado diametralmente de contar con ese futbolista diferencial que por desgracia le ha faltado a lo largo del curso para ponerle la guinda al pastel. Por delante restan nueve jornadas y los 50 puntos se han indigestado en esa zona maldita de la tierra de nadie.