A la luz del día

Antonio Montero Alcaide

Elogio de la cerveza

03 de octubre 2014 - 01:00

AUNQUEno resulte fácil precisar el alcance del término medio y, todavía menos, donde está la virtud, qué socorrido resulta decir, con la ampulosa suficiencia de las máximas, que en el término medio está la virtud. De modo que, puestos a elogiar la cerveza, más procede el panegírico de los saludables efectos de su consumo que la incitación a trasegarla sin moderación. A ver, un vaso, no se olvide, un vaso de cerveza al día puede hacer más sano el corazón porque mejora el estado de los vasos sanguíneos -donde gusta afincarse el colesterol-, el flujo de la sangre y hace más flexibles las arterias. Para completar las saludables bondades de la cañita, el lúpulo de la cerveza contiene un antioxidante que protege ante el riesgo cardiovascular o ayuda a reparar los tejidos si el corazón no esquivó, ay, el infarto. Ahora bien, estas conclusiones de la investigación no llevan a confundir un barril de cerveza con la fuente de un balneario, como tampoco se mejora el corazón rellenando la barriga. Que si la predisposición de los fervientes cerveceros no necesita más estímulo que una caña bien tirada y fría, cuidado con proporcionar excusas saludables para incrementar las dosis. Ya que la cerveza también refuerza el sistema inmune contra los microbios invasores y alegra el contador de los leucocitos y los linfocitos en las analíticas que dan el parte de las revisiones y los chequeos. Por si fuera poco, la fermentación de la cerveza procura un mineral benéfico, el silicio, que se las ve con minerales dañosos, como el aluminio, para evitar desórdenes en las neuronas, episodios de demencia y trastornos asociados al alzheimer. Y como se incrementa por días la práctica deportiva de correr, en muchas carreras populares lo que más complace de la meta es llegar a los barriles de cerveza para hacer más fácil la rehidratación, la recuperación física y aminorar los dolores musculares. De modo que no será inmerecido este elogio de la cerveza aunque lo que de verdad se pretenda con ello es ensalzar las más categóricas virtudes de la moderación.

En fin, que eso del término medio tiene algo ver con el sentido común, tanto para lo ortodoxo -ambos traen causa de la sensatez- como para lo disoluto -el término medio es anodino y el sentido común, ya saben, puede ser el menos común de los sentidos- Y que lo que de verdad importa es la dura disciplina de la moderación, aunque sea para romperla: "Echa otra ronda".

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