Centro de Almería

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Una docena de carteles de local disponible y se alquila en apenas 150 metros

Una docena de carteles de local disponible y se alquila en apenas 150 metros

En pleno corazón de la ciudad, entre la Plaza de San Pedro y el Paseo de Almería, se encuentra la calle Castelar, arteria comercial del centro neurálgico de la ciudad que no ha dejado de perder fuelle en los últimos tiempos y que hoy mira hacia atrás con melancolía y resignación porque extraña ese dinamismo y vitalidad que tuvo durante más de un siglo. A sólo 200 metros de Puerta Purchena y a cinco minutos a pie de la Plaza Vieja, esta estrecha calle, antes denominada de la Glorieta, está viviendo un desmantelamiento progresivo de sus negocios, unos por traslado y otros por cierre con y sin liquidación, y hoy proyecta una imagen casi fantasmagórica de decadencia y soledad unida a una sensación de abandono. Es una muestra más de un centro de la ciudad que se muere y que pide a gritos una revitalización con la que salvar a los supervivientes del comercio local de toda la vida de un desierto urbano que avanza entre carteles de venta y alquiler.

Seis de los comercios que bajaron la persiana y no han vuelto a abrir Seis de los comercios que bajaron la persiana y no han vuelto a abrir

Seis de los comercios que bajaron la persiana y no han vuelto a abrir / Iván Gómez

La calle Castelar es un símbolo inexplicable del ocaso comercial del corazón de la capital, de la que debería ser su ubicación más privilegiada, y tiene una docena de locales disponibles en bajos que albergaron tiendas y establecimientos históricos (Brasil Radio, Joyería Costa de Oro, Papelería Cervantes, la antigua farmacia, sastrería Domínguez, la juguetería de Alfonso o Calzados Miguel) y otros más recientes con menor recorrido en el tiempo, pero que también tuvieron que bajar la persiana (Moda Cavanillas, Complementos Zenit, Oh Mamá o inmobiliaria Chirivel Pereda). Esta arteria que daba acceso al Paseo y Mercado Central acogió el hotel Victoria que luego pasó a ser hostal antes de cerrar y todo tipo de negocios como la oficina para la importación de semillas de Antonio Miras. La calle a la que se denominó Castelar el 29 de mayo de 1899 como homenaje al último presidente de la Primera República, que había fallecido cuatro días antes en San Pedro del Pinatar, se ha caracterizado siempre por su dinamismo y tuvo hasta hace bien poco en su último tramo, en el que confluye con la calle San Francisco de Asís, decenas de puestos de venta ambulante que dieron paso a contenedores y una zona habitual de descarga para el supermercado del Paseo.

Calzados Miguel informa en su escaparate de los motivos del cierre Calzados Miguel informa en su escaparate de los motivos del cierre

Calzados Miguel informa en su escaparate de los motivos del cierre

La calle Castelar ha experimentado un éxodo comercial masivo y hoy se multiplican en los escaparates y fachadas los carteles de se vende, alquila y traspasa. Una docena de tiendas que dejaron de abrir cada mañana favoreciendo sin querer una imagen desolada de la arteria de 150 metros, que se agrava aún más durante los fines de semana y cuando no abre la cafetería por descanso. Por distintas causas y motivos optaron por el cierre y los hay incluso que han querido dar explicaciones con notas informativas en los cristales. Es el caso de Calzados Miguel que dice que sufrió daños estructurales como consecuencia de las obras de reforma del comercio colindante y lleva más de diez meses esperando a que los arreglen los del seguro. En uno de los mensajes tira del sarcasmo: “Más le hicieron a Jesucristo”.

La Confitería Once de Septiembre y la tienda de ultramarinos plantan cara al éxodo comercial

En esta arteria, que formará parte del plan municipal de entoldado que llegará con el verano, no todos han optado por el cierre y logran sobrevivir al declive de la zona una quincena de negocios, algunos ya centenarios como la Confitería del Once de Septiembre. Se trasladó el obrador a Los Ángeles y se abrió nueva sede en Concepción Arenal, pero el primitivo se mantiene. La tienda de Ultramarinos San Antonio es otra de los supervivientes, así como Bambino o la de Complementos Cocó. La resilencia de unos pocos comerciantes que confían en la pronta resurrección de una calle que anhela volver a sentir el bullicio que tuvo en el pasado, pero que desgraciadamente se ha ido difuminando con el paso de los años. Así que, como rezan hoy los hilos de Twitter, acompáñame a ver esta triste historia...

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