Crónicas desde la ciudad

Convento de Las Puras (XIII): San Juan Nepomuceno

  • Francisco Pérez de Perceval obtuvo (siglo XVIII) permiso de las monjas para erigir capilla propia en la iglesia. Tras la guerra, hoy la preside la santa fundadora, Beatriz de Silva

San Beatriz de Silva

San Beatriz de Silva

Una de las tres “pes” (por el apellido Perceval; además de Puche y Pérez) detentadoras de considerable poder civil y económico en anteriores centurias, mantuvieron relación con nuestro convento por una u otra razón. La más reciente data de la segunda década del pasado siglo. El genealogista José Luis Ruz, yerno de Jesús de Perceval, me comentaba que Juan del Moral y Pérez de Perceval, hermano de la madre del poliédrico artista contemporáneo y alma mater del Movimiento Indaliano, amén de otras iniciativas, es el autor de los dos murales que embellecen la puerta Reglar, pintados cuando era un joven prometedor: el papa Julio II, firmante de la bula de erección de la Orden Concepcionista, y San Francisco de Asís, a cuya observancia se deben. Dichos frescos flanquean una hornacina conteniendo una Inmaculada en piedra modelada por profesores y alumnos aventajados de la Escuela de Artes y Oficios en 1955. 

Linajes

Entre los sitiadores de Baza que recibieron bienes rústicos e inmuebles en el repartimiento de los RR.CC. figura Esteban Pérez, primer individuo de este apellido en la provincia; asimismo es uno de los cien “caballeros conquistadores de Fiñana”. La prolífica saga emparentó matrimonialmente con otros de su rango (Marín, Mira, Careaga, Lara, Benavides, Santacruz, Puche, Perceval), conformando con tales uniones endogámicas sucesivos Padrones de Nobles e Hijodalgos de la Ciudad. 

Los murales que presiden la puerta Reglar son obra de Juan del Moral y Pérez de Perceval

El fiñanero Pedro Pérez de Haro, bisnieto de aquel Esteban, infanzón del reino de Aragón, casó con Juana de Perceval el día de la Inmaculada de 1594, en la parroquia capitalina de San Juan, entroncando así ambos linajes. Apellido por tanto poderoso, entre los que encontramos regidores, eclesiásticos, militares, letrados, monjas de La Concepción o inquisidores del Santo Oficio. “Motivo de terror para los advenedizos y moriscos residentes en nuestra capital”. Ruz Márquez da cuenta igualmente (Los escudos de Almería, 1986) de las “armas” de los Pérez de Perceval tal y como figuraban en una derruida casa solariega de la calle Real, labrado en piedra igual al que hubo desde el siglo XVIII en la plaza Careaga: 

Timbrado por un yelmo del que sale un brazo armado de una espada, y con un solo cuartel de plata: un peral frutado de oro; bordura de azur con tres lises de oro. Sobre el casco hay una cinta: Pérez de Perceval, guerrero por Mar y por Tierra. Fuerte

Capilla Perceval

Existe constancia de enterramientos en capillas de culto y funerarias de los conventos de San Francisco y Santo Domingo, pero ahora nos interesa atender la mandada a construir en el monasterio de La Purísima por Francisco Pérez de Perceval y Marín, hijo de Juan Francisco y de Teresa Marín de la Trinidad, bautizado en la parroquia del Sagrario en enero de 1730. Inscrito en el Padrón de Nobles de finales del XVIII, fue miembro de la Real Sociedad Patriótica de Vera, regidor perpetuo de Almería y alguacil mayor del Santo Tribunal de la Inquisición de Granada en nuestra Ciudad y Puerto. Casó en primeras nupcias con Claudia Belver, viuda de Luis Francisco de la Cruz, marqués de Dos Fuentes, de la que no tuvo descendencia. Tras su fallecimiento recibió en testamento el mayorazgo vitalicio fundado por ésta y vivieron en plaza de La Catedral. 

Escudo de armas de Pérez de Perceval Escudo de armas de Pérez de Perceval

Escudo de armas de Pérez de Perceval

Posteriormente volvió a casarse, ahora con Antonia Marín Benavides, de quien tuvo seis hijos que alcanzaron la edad adulta. La mayor, María de los Remedios, murió profesa en el convento de Las Puras y el penúltimo, Miguel, “colegial mayor que fue del Real de Santa Cruz de Granada y doctor en ambos Derechos y en la actualidad (1791) religioso profeso del orden del Señor San Diego, que llaman Alcantarinos”. Pasó a la historia local por ser el fraile que recogió en el paraje del Reducto los cuerpos asesinados en agosto de 1824 de veintidós “Coloraos”, víctimas del absolutismo de Fernando VII, y enterró en el cementerio de la cercana iglesia de San Juan. 

En septiembre de 1783 (AHPAL, protocolo 1267) se dirigió a sor María de la Concepción Ruiz (abadesa) y Madres Discretas proponiendo hacer a su costa una capilla o camarín en la iglesia conventual. “A la derecha de su entrada, más arriba de la de San Roque (hoy de San Juan Scotus), tomando terreno del callejón existente a la espalda y dejando el preciso paso que hoy tiene para la comunicación desde la Sacristía a la citada Capilla de San Roque y que en dicho camarín colocará (cediendo graciosamente para nuestra iglesia) una efigie de bulto de San Juan de Nepomuceno que ha costeado, sin pretender otra recompensa dicho D. Francisco que la de ser enterrado en una pequeña bóveda que quedará labrada debajo de dicho Camarín y que le encomendemos a Dios”. La petición fue remitida al ministro provincial del convento de San Francisco y aprobada bajo escritura pública tras ser observada una precisa, democrática y legal condición previa: “Que se junte la Comunidad a campana tañida por tres veces en tres días distintos para conferir la conveniencia de dicha fundación… Y que no perjudique a nuestro Convento ni al decoro de una comunidad de Religiosas”. 

En el siglo XIV, el santo checo fue arrojado a las aguas del río Moldava por el rey de Bohemia

Desconozco la razón última por la qué Perceval eligió la advocación del santo checo del siglo XIV, arrojado al río Moldava a su paso por Praga por el rey de Bohemia, Wenceslao, al negarse a reproducirle lo manifestado en confesión por su esposa; de ahí que la Iglesia lo considere “mártir del secreto de confesión”. En España es patrón del Cuerpo de Infantería de Marina. Cuenta la tradición monjil que a dicho personaje le levantaron una calumnia y que en medio del pesar por el que atravesaba, el 16 de mayo, día de san Juan Nepomuceno, leyó su biografía y “quedó tan consolado y convencido de que la cosa se iba a solucionar” que le prometió hacerle una capilla y comprar su escultura “para que le tuviesen devoción”. Al romperlo en la guerra, el espacio se lo dedicaron a la santa fundadora Beatriz de Silva. Cuando hace lustros la Junta de Andalucía acometió las obras de alcantarillado del convento se encontraron flores secas en la bóveda, pero no los restos del cadáver. Hasta aquí acudían fieles vecinos a rezarle al santo, “muy hermoso, de rodillas, con la Custodia en una mano y el dedo en la boca”. Por ello lo de “mártir del sigilo sacramental”.     

Testamento 

En julio de 1791, Francisco Pérez de Perceval Marín (“hallándome libre de enfermedad y en mi cabal juicio”) testó ante el escribano Miguel de Haro, dedicándole al tema la cláusula nº 17 (AHPAL), con una redacción barroca, curiosísima, que por extensa lamentamos no poder reproducir. Por ella sabemos que el altar con la imagen sobre trono se hallaba protegida por artística verja de hierro, y que el camarín se adornaba de tallas doradas, cornucopias, crucificado en un retablito, candeleros de plata, cruz de bronce, atril de madera… Sobre la capilla le concedieron patronato perpetuo para él y los sucesores que señalase por escritura.

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