Tren botijo al Corpus granadino
Crónicas desde la ciudad
Los viajes de ida y vuelta a Granada, coincidentes con el Corpus, y de la ciudad de La Alhambra en agosto a Almería, para asistir a su Feria, tuvieron lugar ininterrumpidamente de 1903 a 1935
VIVIMOS instalados en el frenesí de la prisa. La avalancha de información cotidiana hace que la hoy rabiosa actualidad, gozosa o apesadumbrada, mañana sea lejano pretérito. Y así, día a día, sucediéndose en la portada de los informativos. Nombres, casos, cosas, vivencias, modas, uso y costumbres ancladas en un tiempo relativamente cercano, no son tan anacrónicas como en principio aparentan. La inmutable ley Física afirmando que la materia ni se crea ni destruye, es decir, se transforma, viene a cuento aplicarla a la figura hogaño obsoleta del "tren botijo" y su paralelismo con los modernos vuelos charter, fletados, al margen de los viajes regulares, para un concreto acontecimiento. Salvando las naturales diferencias (medio de locomoción, rapidez, comodidad), respondían a la definición del DRAE: "tren que en España, durante el verano, trasladaba personas, sin muchas comodidades, con destino a lugares de vacaciones". El María Moliner amplía que el nombre humorístico se debe a la profusión de botijos portados por los viajeros para saciar la sed del camino.
CAMINO DE GRANÁ
Todo lo concerniente al ferrocarril -lustros ansiado y tardío en su inauguración- era comidilla habitual en corrillos y conversaciones de almerienses. Raro era el periódico que no insertara algún anuncio, aunque sólo fuese el horario del único tren Correo diario, mixto de pasajeros y mercancías, con dirección Madrid y trasbordo a Granada en Moreda o en Alcázar de San Juan para Barcelona y Valencia. En el afán de optimizar las posibilidades del nuevo medio de transporte, La Crónica Meridional, al igual que en otras muchas iniciativas beneficiosas provinciales, abogó por los "botijos" de Almería a Granada y viceversa en fechas muy señaladas. Dada la mucha influencia del diario decano la idea cuajó y rápidamente emprendió la tarea una comisión de entusiastas comerciantes capitaneados por Salvador E. Estrella, probo impresor y tío del emigrado a Argentina Fermín Estrella, escritor y diplomático en aquella República al que pronto homenajeará el Instituto de Estudios Almerienses con la edición de algunas de sus obras inéditas. El destino a la ciudad de los Cármenes estaba justificado por las tradicionales buenas relaciones entre ambas capitales ("cuando Almería era Almería, Granada era su alquería"), jamás empañadas siquiera por incidentes puntuales como los protagonizados recientemente por un pequeño grupo de salvajes.
Sus afamadas fiestas del Corpus eran incentivo más que suficiente para el desplazamiento. La Compañía de Ferrocarriles del Sur de España colaboró con el proyecto poniendo a disposición de la comisión organizadora dos convoyes de 14 coches a precio módico (1 de 1ª, 3 de 2ª y 11 de 3ª clase cada uno; el segundo siempre que se ocupase completamente el primero). La venta de billetes se sucedió en casa de Estrella y, hasta momentos antes de salir, en la taquilla de la propia Estación. El entusiasmo crecía conforme se aproximaba la fecha fijada. Era la presentación en sociedad de una experiencia novedosa y económica que se prolongaría hasta las vísperas de la sangrienta guerra incivil del 36. A las 6 de la tarde del 10 de junio de 1903 ya resoplaban las dos flamantes locomotoras, "Fernando el Católico" y "Pedro Antonio de Alarcón" -estacionadas en la vía principal-, que debían arrastrar la formación dispuesta. No recurro a metáfora alguna: salvo en los Llanos de Guadix, el tren se arrastraba o reptaba dificultosamente. A esa hora comenzó a congregarse tal multitud de curiosos que a los pocos minutos ya no cabía un alfiler en el hall y andén de la bella Estación mudéjar, ahora, lamentablemente, cerrada a su contemplación.
El espectáculo estaba servido. La locomotora y el vagón de cabeza, ocupado por la comisión botijeril al completo estaba profusamente exornado con flores naturales por Antonio Álvarez ("el reputado e inteligente jardinero y floricultor" disponía de un puesto de venta de plantas en la Plaza Circular), banderas y botijos de barro también adornados con motivos florales. Emilio García Aguilar pintó una de las banderas portadas por los excursionistas y luego extendida, a modo de gran mantilla, en el antepalco ocupado por "nuestras hermosísimas paisanas" en la corrida lidiada por El Algabeño y Lagartijillo en el primitivo coso taurino construido por la Maestranza entre el Triunfo y Capuchinos. Las jóvenes, por gentileza del director de la Compañía ferroviaria, viajaban en un coche-salón correo, asimismo cubierto con guirnaldas y escudos de Granada, Almería y España. A la caída de la tarde, escasos minutos después de las 20,00 horas, el jefe de estación, todo ceremonioso y vestido con sus mejores galas y banderín al brazo, anunció silbato al aire la salida del tren especial (finalmente solo uno) a la ciudad de La Alhambra y el "chavico". A los acordes de la Banda de Música, la locomotora de vapor partió lentamente con afectada solemnidad. Señores pasajeros: próximas estaciones… Huércal-Viator, Benahadux, Gádor, Santafé. Todo el que quiso ir, fue. Desde obreros a menestrales, de soldados sin graduación a mozas de servicio:
Que ocasión tan hermosa
se nos presenta
de visitar Granada
por diez cincuenta…
¡Viva el Botijo
pues nos proporciona
tal regocijo!
EL BOTIJO INFORMA
Dos ejemplares de El Botijo, periódico anual y puntual para la ocasión, se editaron en Almería los meses de junio, de 1903 y 1904, dirigidos por Leopoldo Valverde bajo los auspicios del citado Salvador E. Estrella. Con otros tantos números correspondió Granada en agosto dedicados a nuestra Feria. En sus cuatro páginas no insertaban publicidad. Sólo fotografías de monumentos de ambas ciudades y de sus respectivos alcaldes: Manuel Tejero y Antonio Amor y Rico y el almeriense Ramón Matienzo y Capilla. Entre las firmas invitadas se incluyen las de Antonio Ledesma, Paco Aquino, José de Burgos Tamarit, Juan del Moral y Percebal, José Durbán, José Jesús García, Fermín Gil de Aincildelgui o Guillermo Rueda, poetas y novelistas de reconocida calidad. Unos de corte histórico y, los más, laudatorios proclamando las excelencias de las capitales hermanas. En prosa, verso y enardecidos ripios cantaron las excelencias del recorrido u ofrecieron oportunas recomendaciones (así, en la parada de Guadix):
¡Chicos, un alto en la tuna;
un saludo, una oración,
al llegar a la estación
de la ciudad que fue cuna
de Pedro Antonio Alarcón!
Jocosos y ocurrentes la mayoría:
Y se cantan Malagueñas
desde al Puerto al Barrio Alto
y se toman por asalto
las tabernas más pequeñas.
No hay más que caras risueñas
en toda la población,
y no reina otra intención
que ir con bulla y alegría
a la Estación de Almería
y meterse en un vagón
¡Hijos de esta Capital
que en un botijo metidos,
vais a pasar divertidos
del Corpus el festival,
no os aflija el vil metal,
ni os amilanéis por nada,
pues yo doy palabra honrada
que sin pena y sin engaño,
iremos todos los años
a ver la hermosa Granada!
Queda pendiente el recibimiento, estancia, regreso y la devolución de visita granaína. Salud
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