Almería

¡Visca Catalunya! ¡Visca Valencia! Y un hurra por los repobladores de Almería

¡Visca Catalunya! ¡Visca Valencia! Y un hurra por los repobladores de Almería

¡Visca Catalunya! ¡Visca Valencia! Y un hurra por los repobladores de Almería / José Luis Ruz Márquez

Narciso Espinar Campra es un arquitecto técnico que también ha ejercido, y ejerce con éxito, de anticuario en el mejor sentido neoclásico y decimonónico de la palabra

según define el diccionario: “persona especialista en el conocimiento y estudio de las cosas antiguas” que es a lo que él ha llegado a fuerza de amor a la tierra y como tal ha ido dando en su investigar con cosas interesantes de Almería, la última de especial significado para él: un documento del siglo XVII descriptivo del escudo de Company de sus ancestros, y que me ha dado para que se lo traduzca del fárrago al cristiano y aquí lo tiene dibujado para satisfacción suya e ilustración de estas líneas.

No sé qué misteriosas razones de mayorazgos y fundaciones llevaron al segundo lugar del blasón las cuatro lises que es el escudo de Company según se encarga de certificar el usado por un miembro ilustre, ilustrísimo, del linaje, el XXXIX arzobispo de Valencia, descendiente de Guillermo Company, un barcelonés que venido con Jaime I a la conquista del reino valenciano se estableció en 1258 en la villa de Penáguila. Aquel prelado, al que tan bien retrató Goya en 1800, compartía pueblo natal y sangre paterna con el Miguel Company que a raíz de la rebelión de los moriscos de 1570 vino desde aquel pueblo alicantino a repoblar en Beires e Íllar… dejando en el río dilatada descendencia. Cuando en 1616 se fue de este mundo, su hijo Jerónimo erigió en su honor un altar a Cristo a la derecha del mayor de la iglesia de Íllar y lo hizo por amor filial, qué duda cabe, y también por orgullo de estirpe y, no nos engañemos, para dejar una prueba más de su hidalguía que le ayudaría a él y a los suyos al logro de la exención de impuestos…

O de los empleos más honrosos: de alcalde, regidor, síndico… y aún de familiar del Santo Oficio de la Inquisición que era lo que desde 1608 ostentaba en Íllar nuestro piadoso Jerónimo el cual se encargó muy mucho de poner sobre la cornisa del citado altar su escudo de Company. Algo que también hicieron otros pobladores de su condición, como los Tortosa catalanes en Huécija, los Carbonell venidos de la villa alicantina de Muchamiel a Gádor para acabar asentados en Alhabia como aún se encarga de recordar una casa hidalga del siglo XVIII, con el blasón familiar al que por un corto tiempo del pasado siglo XX lo hicieron escudo del pueblo hasta que, impuesta la cordura, se creó uno como Dios manda, si es que Dios repara en cosas como estas… y otro tanto aconteció con el linaje de Amat de origen catalán y asentado en Gádor donde puso también escudo en la solería del anterior templo con el idéntico fin de ir “por atún y a ver al duque”, ligar los cuartos con la fe y además con el orgullo poniendo sus escudos ya en la iglesica humilde o en la más grandiosa catedral, que siempre hubo, hasta en la nobleza, ricos y pobres.

Escudo de Armas de Company Escudo de Armas de Company

Escudo de Armas de Company / José Luis Ruz Márquez

La pronunciación de muchos de los apellidos llegados trababan las lenguas, ocasionándose el lógico desencuentro de catalanes y valencianos con los castellanos que no podían entender que apellidos como Amat, Simó, Matarí, y el mismo Company, pronunciado Compañ, pudieran terminar en t, en ó, en í, o en y, por eso los hizo Amate, Simón, Matarín, Compán… una práctica que seguía viva mucho después, cuando ya las repoblaciones no obedecían a la real carta sino a la real gana, en los siglos XVIII y XIX, y se dieron casos  como el de los abderitanos, que sin entender que un apellido como Trell pudiera terminar en ll, lo convirtieron  en “Tren” y a sus miembros los pluralizaron “Trenes”...

Con los apellidos alterados, -Benet Benete, Bosquet Bosquete, Garbí Garbín, Miró Mirón, Vivas Vives…- convivieron con los que se mantuvieron fieles a su grafía original: Berenguer, Blanes, Canet, Casanova, Ferrer, Gomis, Madolell, Mullor, Roselló, Sampere, Serra, Soler… Alterados o no, nobles o pecheros, lo cierto es que el río de Almería, desde que es agua en Laujar hasta que llega al mar solo y sin echar gota, se pobló de catalanes y valencianos, filtrados o no por Murcia, con algún isleño como el Oliver mallorquín al que se le repartieron bienes tras la toma de nuestra ciudad en 1489.

Pocas cosas traían los pobladores aparte de la fe en una vida mejor y en los santos que les ayudaran a conseguirlo que no es casual sino valenciano el que Laujar eligiera a San Vicente Ferrer de patrón con afán tal que lo hizo escudo de la villa: la nave que llevó el cuerpo del santo a Lisboa y los cuervos que lo escoltaron, tan gentiles ellos como zotes municipales los que ahora lo han eliminado del blasón.

Además de a los apellidos, la huella de los repobladores ha quedado reducida al topónimo y así la carrera de Monserrat, hoy avenida, debe su nombre a los Puche catalanes, en origen Puig, pronunciado Puch y castellanizado Puche, venidos con la primera repoblación castellana  fundando una capilla de esta advocación junto a la torre fuerte de su cortijo en la vega, el auténtico de Puche que perdió el nombre, cosas de la vida y de las bodas, para dárselo al de Alhadra que en realidad era cortijo del mayorazgo fundado por un Perceval en 1699 hoy convertido en barrio y polígono del Puche.

La Garrofa y El Palmer, suenan a   homenaje que Almería hiciera a valencianos y catalanes, bautizando así a un algarrobo y a una palmera, las dos únicas plantas que había, aparte de las cañas, en el roquedal de El Cañarete; dos topónimos que hablan de una relación que parece del pasado…  pero que tiene una presencia intangible y genética que, viva por dentro, nos influye sobremanera: oí decir a un arqueólogo que en una casa excavada lo único que aparece intacto es el negro del humo del lar, del fuego de siglos que la hizo hogar… bendita tizne la de la llama de una repoblación que ha contribuido con su calor a conformar la tierra única y acogedora que hoy gozamos. Aún con la que está cayendo, gritaré con alegría: ¡Visca Catalunya! ¡Vixca Valencia! Y un hurra por los repobladores de Almería.

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