El almeriensismo del Banco Coca
Finanzas
El dueño de la entidad, que se suicidó en 1986, efectuó la apertura oficial de la entidad donando cien mil pesetas a los damnificados de la riada
Aportó dinero para el Colegio Universitario y participó en la construcción de Almerimar o el hospital Psiquiátrico
Tuvo un nombre peculiar y un final propio de los reportajes de “El Caso”. Pero el Banco Coca marcó un antes y un después en la historia bancaria de España en general y de Almería en particular. Lo fundó Julián Coca Gascón en 1893, pero no llegó a Almería hasta 1970, justo cuando se había convertido, pese a su carácter familiar, en el décimo octavo banco nacional por recursos propios.
El primer contacto oficial de la cúpula del Coca para asentarse en la capital fue en marzo de 1970, cuando el subdirector general, Manuel Calvo Alcántara, visitó al gobernador civil de la provincia, Juan Mena de la Cruz, para informarle sobre la expansión de la entidad y su objetivo de inaugurar de forma inminente una delegación en Almería. Era el saludo institucional porque desde septiembre de 1969 se sabía que el Banco Coca abriría una gran oficina. Sería en los locales comerciales del “Edificio Ana”, que se había construido en la esquina de Martínez Campos con General Tamayo, donde hoy está el Instituto de la Juventud. Además, la “primicia” llegó hasta las academias de enseñanza, como “Cervantes”, que pronto comenzaron a preparar a sus alumnos para las pruebas de acceso a la plantilla de funcionarios bancarios.
La sucursal se montó con los últimos adelantos técnicos, como “calculadores electrónicos” y mecanización de cartera. Además, se abrió una caja de depósitos nocturno en la fachada que podía ser empleada por los clientes durante las 24 horas del día. Como un cajero, pero sin teclas. El interior tenía una decoración modernista, diseñada por el arquitecto José Capuz Daniellí.
La inauguración de la oficina estaba prevista para el 2 de abril de 1970 a cargo del dueño del banco, Ignacio Coca García-Gascón. Al acto estaban invitadas todas las autoridades civiles, militares y religiosas de la provincia, pero una inesperada tromba de agua provocó la suspensión del evento. La lluvia calló con tal fuerza entre las diez de la mañana y la una de la tarde que causó graves inundaciones en la ciudad. Las calles del centro se convirtieron en auténticos ríos y, lo que es peor, varias personas perdieron la vida.
El Banco Coca, que estaba listo para el corte de la cinta, quedó anegado de agua sucia, barro, piedras y trozos de ramas de árboles que bajaban como un torrente desbocado por la plaza Marqués de Heredia hacia el Parque. La manga de agua causó desperfectos en comercios, tiendas y talleres y las impolutas oficinas bancarias de Almería sufrieron pérdidas cuantiosas. Fue la famosa inundación que arrastró un circo hasta el mar y coches por la Avenida del Mar.
Pese a los inconvenientes, el Banco Coca retrasó solo un día su apertura. Fue gracias a las gestiones y labores urgentes coordinadas por el director de la oficina, el abogado Salvador Durbán Puig (1945-2003). Él consiguió que hasta Almería se desplazara la cúpula de la entidad: el presidente del consejo de administración, Ignacio Coca; el vicepresidente, Julián Coca García; el consejero Regino Coca García; el consejero delegado Enrique Miñarro Montoya, varios subdirectores generales y directores de otras delegaciones territoriales. El vicario de la diócesis, Andrés Pérez Molina, se encargó de la bendición, antes de las intervenciones del alcalde y del gobernador civil.
Ignacio Coca, en su discurso triunfalista, ensalzó las cualidades humanas y profesionales del almeriense y se mostró esperanzado por el futuro turístico y agrícola de la provincia, a la que sin duda incluyó en la “Costa del Sol”. Expuso que estaba muy satisfecho porque su entidad venía a colaborar con el engrandecimiento social de esta tierra y, como prueba de ello, con 100.000 pesetas abriría una suscripción para atender a los damnificados de las inundaciones del día anterior, tal y como recuerda el libro “Azorín 1970”.
Concluido el acto social, la entidad comenzó a funcionar con la captación de particulares y empresas. Para ello efectuó una importante campaña publicitaria, ideada por la agencia “Gispert”, en prensa y en radio bajo un lema quizás premonitorio con el futuro de la entidad: “Intégrese. No siga trabajando solo”. El objetivo era que sus clientes ahorraran tiempo en las gestiones bancarias. El Banco Coca de Almería también buscaba introducirse en los círculos más pudientes de la ciudad y para ello patrocinó actividades deportivas como, durante varios años, el trofeo de una prueba del Concurso Hípico Nacional y otras de vela en el Club de Mar. Ante todo, almeriensismo, en pro del negocio. Llegaron a editarse cajas de cerillas impresas a todo color con el escudo de Almería y el nombre comercial del banco. El objetivo era comer terreno a las entidades tradicionales e intentar compensar el fabuloso despegue de la Caja Rural Provincial, hoy Cajamar.
También llegó a un acuerdo con Educación y Ciencia para el ingreso del sueldo de los profesores mediante el sistema de “nómina mecanizada” y para que los alumnos de bachiller pudieran abonar la matrícula en sus ventanillas. A cambio, el Coca aportó a fondo perdido 150.000 pesetas para el funcionamiento del paupérrimo, primitivo, pero entrañable Colegio Universitario de Almería (CUA). Con Diputación también llegó a acuerdos y parte de los presupuestos de la construcción del Hospital Psiquiátrico pasaron por los registros de Coca.
Una estrategia comercial consistió en que los trabajadores de la oficina almeriense participaran en eventos deportivos o actos sociales, llevando el nombre de Coca por distintos escenarios. Frutos Cristóbal Calvo compitió y ganó certámenes de pelota a mano, Eduardo Esteban en atletismo, Pablo Ginerés Sánchez en tiro y José Pedro Céspedes Gómez en salto de altura y cien metros lisos, quedando campeón en la edición de 1973. Otros empleados se decantaron por el sindicalismo, como Juan Iribarne Mora, que después se convirtió en secretario provincial de Comisiones Obreras de la banca.
El director pretendía que cuanta más vinculación hubiese con la sociedad más productividad comercial existiría. Así, tampoco dudó en ofrecer sus instalaciones a la Hermandad de Donantes de Sangre y animar a su personal para que se apuntaran a las extracciones. Y allí fue la unidad móvil, comandada por Antonio Pérez Yglesias y Juan Esteban Navajas. El negocio prosperaba y en 1974 la entidad tuvo que insertar anuncios buscando personal, además de ampliar sus líneas telefónicas.
La vinculación entre el Banco Coca y la provincia crecía y con la creación de Almerimar S.A, con un capital social de 640 millones de pesetas, formó parte de su cuerpo técnico y financiero junto con el “Banco Atlántico” y el “Catalán de Desarrollo”. También gestionó en sus cuentas los avales para la construcción por parte de Oliveros del “Edificio Olima”, en Hermanos Machado, y trabajó con el empresario Antonio Franco Navarro, presidente del equipo de fútbol de la A.D. Almería y constructor del hoy estadio “Juan Rojas”.
En 1976, la entidad parecía ir a toda máquina. Se informó a los accionistas que el beneficio nacional era de 435,6 millones de pesetas y su expansión era imparable. Pero pronto todo se torció. El día antes del sorteo de la Lotería de Navidad de 1977 se hizo público que Banesto se quedaría, desde 1978, con el Banco Coca en una operación de fusión que terminaría costándole la vida a Ignacio Coca García-Gascón, que en ese momento controlaba casi un 84 % del capital social.
Las relaciones de Ignacio Coca con el Español de Crédito fueron en un principio cordiales y durante un tiempo fue su vicepresidente, pero se enturbiaron al salir a la luz numerosos problemas financieros y de gestión. Además, uno de los directivos que vinieron a Almería a la inauguración, Enrique Miñarro Montoya, fue acusado en 1978 de evasión de capitales. El panorama se ennegreció más con un escándalo de fraude en unos terrenos por valor de 3.000 millones de pesetas, como destapó el desaparecido semanario “Qué”.
Mientras, en Almería, el personal contratado pasó a Banesto y aquella oficina tan moderna y resolutiva terminó cerrando. Años después, en 1986, el presidente del Banco Coca, que tan contento estaba con su oficina de Almería, apareció muerto con un disparo en la cabeza. Tenía 73 años. Suicidio, dictaminó la Policía.
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