Al apagarse la emotiva y amable sonrisa de doña Rosario López
Obituario
Una veratense de extraordinaria condición humana que vivirá para siempre en el recuerdo de quienes la conocieron
Triste noticia la del fallecimiento en Murcia de doña Rosario López Martínez, una veratense de extraordinaria condición humana. Una mujer buena cuyo encanto natural, y su propia y muy altruista esplendidez, tenía fascinada a toda Vera. Dicen, y es verdad, que nadie muere si no que, en su adiós, como está pasando con doña Rosario, vive ya para siempre en el recuerdo de quienes la conocieron y trataron disfrutando de su amable, admirable y generoso compromiso. Así está ahora el corazón de la ciudad, abriéndole hueco para la eternidad.
Porque fue una mujer pendiente de todo y sobre todo de todos, sin ningún tipo de omisiones. En lo social, ilustre dama, su forma de relacionarse no tuvo exclusiones. Al contrario, habría que advertir; cuanto más débil pareciera el prójimo, más cariño ponía doña Rosario en el vínculo que acabaría brindándole para hacer más fuerte y absolutamente sincera la unión con el semejante. Que pregunten a este respecto al pueblo gitano, que ha tenido siempre en ella una notable benefactora.
Una personalidad cuyos rasgos y cualidades había heredado de sus mayores. No en vano hay que anteponer en el tiempo, por ejemplo, la figura de su padre, el farmacéutico don Juan López (dicen que le gustaba que le llamaran boticario sin más, por estar instruido en hacer fórmulas "magistrales" como remedio a las enfermedades y males de entonces), toda una celebridad asimismo por sus genialidades artísticas y activa participación en grupos cívicos, religiosos, culturales, benéficos y otros de índole diversa.
Así fue el padre, y así la hija, a quien su amado esposo, don José Fernández, maestro en la más amplia y hermosa acepción de la palabra, prestó también el sentido de crecer socialmente practicando el bien; noble tarea que ahora heredan los hijos, Pilar y Luis, y nietos. Por eso entristece tanto en Vera este adiós de alguien que ha contaminado los corazones de su gente con la jovialidad y el dinamismo tan característicos en ella.
Pionera en una actitud patria que en este tiempo ya está muy extendida, fue de las primeras damas que juró bandera. Acogió en su estupendo domicilio desde muy ilustres personalidades del Estado, insignes literatos y afamados artistas hasta hombres y mujeres de las clases más desfavorecidas. Esa fue igualmente la clave de su grandeza. Y es tan grande el desconsuelo porque se haya ido, que ya empiezan a recordarla desde panoramas muy diversos.
Concretamente la primera noticia de su muerte la facilitó el Foro Cultural y Taurino de Vera, al que estaba afiliada como socia con el número 28, prácticamente desde la creación del mismo. "Fue doña Rosario persona muy cercana a todos nosotros, transmitiéndonos su entusiasmo y aprecio por cuantas actividades venimos desarrollando en favor de la cultura y lo taurino con nuestro personal acento", ha escrito en un comunicado de condolencia la junta directiva del "Foro".
"Ella fue en nuestros orígenes -añade la nota-, cuando arrancamos bajo las siglas del CTV, la primera que dio un paso al frente para ilustrar el escenario de nuestra I Semana Cultural y Taurina de Vera, en febrero de 1991, cediéndonos un bello y monumental tapiz de su propiedad que representa el Escudo de nuestra Ciudad". Y así siempre, en todos los actos que se respaldan desde el "Foro", y por supuesto los que se distinguen por llevar también la marca Vera.
Y ahí seguirá, está segura toda Vera, su casa, con sus balcones siempre abiertos que miran a la emblemática Plaza Mayor, escenario de grandes acontecimientos como Semana Santa, ferias, desfiles y otras manifestaciones populares que remarcan la identidad veratense. En todos esos ambientes y para siempre queda el recuerdo de la genial e inefable, única doña Rosario, por cuya memoria reza ahora Vera con sus más sentidas oraciones.
Descanse en paz.
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