Fernando Almansa y Laynez. Dramas y zarzuelas en Almería
Cuenta y Razón
¿Qué quieres?, le decían en Almería, ¿a Juan Breva por ‘una gorda’?
Vida de un granadino de bien y su relación con Almería
Aunque nacido en la villa granadina de Huéneja en 1855, tiene la sangre almeriense, e ilustre, por padre y madre -Miguel Almansa Cañabate y María del Mar Laynez Almansa- que hermano y prima son del vizconde del Castillo de Almansa, marqués del Cadimo. De su niñez poco he podido averiguar, aparte de saberla vivida entre Granada y Fiñana, Almería y Benahadux. De su mocedad solo sé de unos estudios detenidos cuando en la tercera guerra carlista lucha como oficial de lanceros hasta ser herido en 1875 en Treviño. Una más de las batallas que harán que Don Carlos, VII para los suyos, pierda la ocasión de ser rey de España, y el joven Almansa algo de sangre y tres años hasta comenzar su carrera de Derecho.
Unos estudios iniciados en la universidad de Granada en 1878 y que concluirán en la de Madrid en 1888, año en que abre su primer bufete en plaza de Marín 1 donde preparará los más variados casos luego expuestos en la Audiencia con un ardor tal que a punto quedan del aplauso de la parte contraria. Con el mismo ardor con el que da en el Ateneo y otros círculos sus conferencias: “Influencia de la mujer en la regeneración social”, “El derecho de guerra y de conquista”... Una preocupación social que también tiene su cara lúdica y deportiva en la que se sitúa su presidencia de La Capea, sociedad de toretes y cintas.
Aparte de su fijación por mantener los restos del pasado colonial de una España que apenas si se sostiene en pie, en lo político es nuestro hombre un tanto indefinido al que sus adversarios muestran como alguien voluble, que puede ser un día muy liberal, casi republicano y al otro ministerial y aún carlista. “Hoy por hoy -decían en 1889- es conservador; mañana… será otro día”. Y fue otro, y no sabemos cuál, pero seguro que lo dedicó a Almería y a la solución de sus siete mil plagas.
Y en esa política andaba cuando en 1892 dimite de concejal para ir destinado por el Ministerio de Ultramar a ejercer la secretaría de un gobierno civil de Cuba. Una isla que ese año cumple cuatrocientos de española, que él celebra en agridulce, disfrutón pero apenado, al sentir cercana su pérdida irreparable. Sin tan siquiera sospechar que, por una zarzuela suya, en 1906 se volvería, por vez primera desde 1898, a ovacionar una bandera española en La Habana.
Como ven, un hombre polifacético con una intensa actividad en la que será una constante la literatura en la que ya consta al menos desde 1878 en que dirige la revista “Granada” y escribe la novela “La Marca del Primer Beso”. Tras años de escritor, conferenciante, poeta y articulista, orador de ateneo y mítines… de literato salta a la dramaturgia y en 18 de julio de 1897, con la compañía del célebre Vico, estrena en el teatro Novedades “En las propias redes”. Un drama que saca a su autor más de veinte veces a escena reclamado por un público delirante. Una buena obra que se movería con el mismo éxito por España y América.
El día de Navidad de 1903 estrena en el sevillano teatro del Duque, la zarzuela “La Patrona del Regimiento”, una obra suya en colaboración con Gil de Izundegui y la música de López del Toro. Todo un éxito que va a permanecer en cartel más de sesenta días. Su autor es recibido el día de Reyes, como un regalo, por una Almería con los dientes largos que le demanda el estreno de su celebrada “Patrona”... Lo que al fin sucede en el Variedades el 12 de marzo de 1904. Mucho dio que hablar esta obra, cuyo argumento es el de la novia que queda y el soldado que se va. Un tema oportuno, romancero y patriótico, el demandado por una sociedad muy sensibilizada por las dos últimas y definitivas guerras carlistas y coloniales. Un éxito que eclipsa a cuanta obra osa asomar las orejitas en el teatro, tal como el monólogo del propio autor, presentado en el Variedades: “Lo primero es antes”. Desde primavera, la banda municipal de Almería toca el hermoso pasodoble de “La Patrona del Regimiento” que ya en agosto suena a recordatorio de que su zarzuela se está ovacionando en Málaga.
Sin ser alto ni fuerte, Fernando Almansa y Laynez era, como dice la copla, caballero de fina estampa, atractivo, sin desproporción alguna a no ser la que él mismo se infligía con unos bigotes como del siglo de oro, apuntados, retorcidos y más que grandes exagerados aún para los ojos de la época.
Enamoradizo, con tal de que vistieran faldas hasta con las escobas se embelesaba y cómo estas le correspondían, y las mujeres también, de los nervios se ponía la suya. La guapa hija de don Juan de Cara, rico empresario fundidor de Almería, que se llamaba Yocasta cuando más le hubiera cuadrado ser “Yosufrida” por la paciencia con que encajaba las veleidades de su marido.
Si buena su relación con el amor, no pudo ser peor la que tuvo con la salud, que se echó a mala para quitarle varios hijos niños y al fin su propia, y corta, vida. A la mañana siguiente sale de su casa, Paseo, 75, despedido por su Yocasta y sus hijos Fernando, Miguel, María de las Nieves… y Zarzuela inacabada. Sin las estúpidas palmas de hoy y con los pies de otros, sube al coche fúnebre, cuyos caballos de gala a la federica, plumeros y mantas negros, piafan y echan a andar con media Almería detrás… que ese era el modo que por entonces tenían los ricos de irse al más allá.
No fue, pues, un coche de caballos de vivos, de postín y cascabeles, el que se lo llevó por delante, como ahora quiere uno de sus descendientes, el mismo que lo bautiza “canalla”, lo uno por novelar y lo otro por hacerlo “pillín”, “casanova”.En una mezcla que tan mal casa cariño con interés publicitario, sin hacer justicia a un hombre que se divirtió, sí, pero que supo también del dolor, del trabajo, de la lucha por las ideas, por la inquietud en el Arte… Y sobre todo por el desarrollo de esta tierra dormida… para lo que fió en sus amigos los creativos e idealistas y llamándolos por su nombre estuvo hasta su última hora:
¡Vengan, pues, locos así,
y mejor muchos que pocos!
las locuras de esos locos
son las que hacen falta aquí!
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