La primera operación a corazón abierto se practicó en Almería
Almería
La realizó, en 1801 y en el Hospital Provincial, Francisco Romero, doctor con el que nacería la cirugía cardiaca
Tomó las pequeñas tijeras curvas y le realizó una incisión esternal con la que extraer el líquido acumulado entre la membrana y el corazón de un paciente que, seguramente, era el que temblaba. Por aquel entonces, en 1801, no había anestesia que adormeciera el pánico y el dolor del enfermo, ni equipos avanzados que dieran soporte a esta pericia médica protagonizada por el doctor Francisco Romero y el joven labrador Antonio de Mira. Fue la primera operación a corazón abierto con éxito practicada en la historia de la Medicina y tuvo como escenario la antigua sala quirúrgica del Hospital Provincial, donde este salto de gigante de la ciencia resuena de nuevo entre las paredes rehabilitadas de este edificio patrimonial al paso de los visitantes que, desde el pasado mes, han participado en las rutas guiadas que mañana concluyen.
Un hito
Célebres médicos de todo el mundo lo habían intentado antes, pero fracasaron
A Francisco Romero, nacido, según la mayoría de las fuentes consultadas, en Concabella, un pueblecito de Lérida, le acompañaba ya un renombre en tierras almerienses como experto en las enfermedades del corazón. Su colega, el cirujano militar Jorge Grenier, llevaba tratando durante cinco meses a un labrador que, con solo 35 años, presentaba síntomas que, seguro, le daban por perdido. Rápidamente Romero los identificó con hidropesía de pericardio y dictaminó la necesidad de intervenir mediante un procedimiento invasivo en el que célebres médicos de todo el mundo, en este final de la Ilustración, habían fallado. O, dicho de forma directa, los pacientes habían muerto.
Romero tuvo la osadía, o el coraje, de variar la metodología que hasta entonces sus compañeros de profesión habían practicado. “Era preciso realizar una abertura en la curvatura de la sexta costilla verdadera hasta tocar el pericardio”, describe el propio doctor en un documento, que se conserva, remitido a la Sociedad Médica de París a la que Romero dio fe de esta hazaña médica – que volvería a repetir–, tanto en latín como en castellano.
Hacer la incisión en la sexta costilla le había permitido al cirujano maniobrar con mayor espacio, clave de esta operación cuyo resultado exitoso, con un paciente que desde el punto de vista de los avances médicos actuales se recuperó milagrosamente, dependió también muchísimo del tratamiento que Romero practicó en el postoperatorio. No se limitó a extraer aquel “agua de color de ladrillo” que describe el médico, sino que aplicó drenajes posteriores consiguiendo la recuperación del joven Antonio de Mira.
No fue el único en caer en estas buenas manos. En su comunicado a la Sociedad parisina, Romero expone haber repetido esta operación de pericarditis, con la que nacería cirugía cardiaca. De los tres hospitalizados, dos sanaron y otro no lo consiguió.
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