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La ardua tarea de echar el plástico en los invernaderos de Almería: "Es esencial en nuestra agricultura"

Los agricultores limpian y preparan sus invernaderos de cara a la nueva campaña

Almería cierra la campaña hortícola con estabilidad en los precios y costes al alza

Un grupo de trabajadores subidos a la estructura de un invernadero sitúan el plástico recién echado sobre los alambres. / Javier Alonso

El gimnasio delataba a Abel: demasiado fino para no haber tenido la constancia que él acostumbra. “El trabajo, que en estas épocas del año es demasiado duro. Ahora estamos echando plástico y se suda mucho”, decía mientras el resuello le aguantaba en el séptimo burpee. ¡Mérito tiene el tute de una hora después de haberse ido a las 7 am a la finca y haber aguantado ahí mientras el sol se desperezaba!

En el Kilómetro 21, en tierras nijareñas, Abel Castillo tiene una explotación familiar. Son cuatro hectáreas de tomate pera de exportación, que empezará a echar en breve. “A ver si dejo listos los invernaderos esta semana y ahora descanso un mes con la familia”, decía deseoso de tomarse un respiro. La campaña ha sido dura, pero buena. El tomate lleva un tiempo que sin tener un precio brillante, sí que mantiene una senda rentable tanto en volumen como en valor. “Hoy [por el jueves] terminan de echarme el plástico, cierro y a primeros de agosto planto este invernadero. El otro ahora mismo se está solarizando”, para tratar de regenerar la tierra y tener a ralla hongos, nemátodos y virus.

Estas semanas son duras para el agricultor y para las collas de trabajadores que se dedican a echar los plásticos. Es la parte de la agricultura que está tras la bambalina, pero que es fundamental. El invernadero es la base del modelo productivo almeriense y se sustenta sobre el plástico que sirve de atmósfera a los productos agroalimentarios: “Normalmente se cambian cada tres años, yo lo hago este año y me debe de aguantar hasta 2028 ó 2029, depende también de las condiciones meteorológicas de la zona o de fenómenos como el granizo”, apunta el agricultor almeriense que hasta ahora ha tenido suerte con su zona: “Por aquí llueve poco, pero cuando lo hace, es de forma abundante. De momento me he librado de riadas, vientos fuertes y granizo, toquemos madera”. O plástico, en este caso.

La dificultad de las temperaturas altas y de trepar a la estructura

Cambiar el plástico del invernadero es un trabajo muy complicado. De hecho, uno de los aspectos más difíciles es tener la maña y la destreza de trepar por la estructura del invernadero para situarse sobre los alambres que componen el techo. Desde ahí, colocar y tensar el plástico nuevo para que se quede lo más homogéneo posible y no ceda ante capítulos de viento. Otra de las complicaciones, la más evidente, es trabajar bajo el duro sol de junio. Es cierto que el verano aún no ha entrado, pero este mes está siendo excesivamente caluroso. Al alba, las collas de trabajadores están ya en las fincas y aguantan hasta las once, que tienen que protegerse e hidratarse. Cuando el sol baja por la tarde, nuevamente al tajo.

La propia experiencia del agricultor es la que decide cuándo se debe de cambiar la cubierta, los desperfectos en bandas o ventanas se pueden parchear, pero al final de campaña hay que cambiar. “El plástico nuevo tiene una serie de propiedades que son beneficiosas para los cultivos, permite que entre mejor la luz y protege más del frío cuando se va el calor. Ayuda a crear un entorno perfecto para que las plantas puedan crecer y producir de forma intensiva como hacemos en Almería”, a lo que también ayudan otros trucos como el blanqueo: “Depende de la luz que se necesite en cada momento de la campaña, blanqueamos [sombrear la cubierta del invernadero con una solución de agua y carbonato cálcico]. Cuando se siembra, sí que se hace porque con la luz de agosto los tomates se achicharrarían. A partir de septiembre ya no hace falta y luego volvemos a dar otra mano en torno a enero cuando la posición del sol está más baja”.

El plástico es parte de la esencia de la forma de producir que tenemos en Almería”— Abel Castillo - Agricultor

Es un sistema bueno, un sistema bonito, pero nada barato. De hecho, echar plástico es uno de los gastos extras más importantes que el agricultor tiene que afrontar, tanto por el precio del material como por la mano de obra. “A las collas de trabajadores se les contrata negociando el precio del metro cuadrado. Para que te hagas una idea, más o menos una hectárea suele salir por 2.500 euros de mano de obra, más unos 70 céntimos/m2 de plástico [que equivale a unos 8.000 euros por ha.]”, apunta Abel que lo afronta con la resignación de quien invierte para tener unos pingües beneficios: “Esto es mantenimiento de la finca, lo tenemos planificado al comienzo de la campaña y los afrontamos, no hay más”. Vamos, como quien guarda algo de fuerza en los tábatas para afrontar la última serie de ejercicios.

Cae la tarde, el sol se esconde por poniente. Por levante, la luna refresca otro tórrido día que presagia un verano demasiado caluroso. “Mañana por la mañana no podré ir al gimnasio”, ¿agujetas o para darle dejar ya todo listo para cuando lleguen las primeras bandejas de tomates?

Pera de exportación, un tomate rentable

Si el sol aprieta ahora, más lo va a hacer cuando los agricultores comiencen a sembrar dentro de aproximadamente un mes. “Yo lo haré para principios de agosto”, dice Abel que ya tiene el cuerpo hecho a las inclemencias meteorológicas en esta época del año: “Se hace duro trabajar con ese calor, pero no queda otra. Entramos muy temperano y alrededor de las 11:30 dejamos de trabajar. No queda otra que hidratarse mucho y tratar de refrescarse”.

Abel observa cómo han quedado las cubiertas de su invernadero. / Carmen

Como en las últimas campañas, el agricultor almeriense volverá a apostar por tomate pera corto de exportación, una variedad que le está siendo rentable. “Llevo dos años trabajando con él y me va muy bien, me quito el arreglo ya que lo envío a confección. Es un tomate limpio, que coge pocas enfermedades, de calidad y postcosecha va muy bien y tiene poco desperdicio”, indica. Abel suele coger en torno a 15 kg./m2, “lo mínimo para que una finca sea rentable”. De hecho, ya la campaña pasada estuvo bien de volumen, aunque los precios no fueran muy altos: “Cada campaña es distinta, lo mejor de esta última es que el valor del tomate ha sido constante, no hay sufrido grandes altibajos”.

Con todo ya preparado, Abel confía en que la campaña comience con brío y no falte el agua tras los últimos problemas acaecidos con la desaladora de Carboneras. “Existe bastante incertidumbre, el año pasado ya tuvimos problemas y me tocó regar con aguas de conductividades que llegaron al 7,5”, una barbaridad, pero logró salvar la campaña.

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