Crisis energética

Venta de leña para chimeneas en Almería: “Este año me la quitan de las manos”

Juan muestra la leña que vende a sus clientes: olivo y encina. Juan muestra la leña que vende a sus clientes: olivo y encina.

Juan muestra la leña que vende a sus clientes: olivo y encina. / Javier Alonso

Escrito por

· Pablo Laynez

Redactor

En el mercadillo lo dicen como eslogan, como frase castiza y entonada de forma cantarina que capta la atención de quien duda qué comprar y dónde comprar. Juan lo asegura de forma rotunda. Incluso temeroso ante una situación que lo está desbordando. Para cualquier empresario, vender el cien por cien de su producto es sinónimo de vacas gordas y rollizas, de unas vacaciones bien ganadas al final de la campaña. Sin embargo, este leñero ve algo que le escama, el comportamiento del mercado es desconcertante.

Así es el comportamiento de los seres humanos. Temerosos, desconcertantes, agarrándose a las cosas clásicas para salir de la crisis. La sociedad del teléfono móvil de última generación, de los coches y motos híbridas o de los drones, se refugia en la matera prima más elemental para superar las crisis. Y la que hay en lontananza es importante.

Para que las consecuencias de la invasión de Ucrania sólo le rocen, el ser humano ha decidido meterse en una especie de máquina del tiempo: ha cambiado uno de los símbolos de la sociedad del bienestar, las máquinas de calefacción, por la leña seca para hacer fuego. Como hacían los antepasados. Tan rudimentario como económico. La subida de la luz y el gas aprieta los bolsillos y en caso de crisis, nada mejor que retomar viejas y sanas costumbres. Y eso que el verano ha sido especialmente caluroso y pensar todavía a estas alturas en la chimenea ya provoca los primeros sudores.

Esto, contado así de bonito, prácticamente como si fuera el cuento de antes de dormir, tiene algo incluso de bucólico por la añoranza del pueblo, el olor a madera quemada, el calor de una buena fogata en una noche helada. Pero a los vendedores de leña de Almería los está dejando fríos.

Uno tiende a pensar que el empresario sufre cuando no vende y se frota las manos cuando lo vende todo. Pero la segunda de las situaciones también tiene sus contras, sobre todo en una situación como la que se encuentra España. Las ventas de madera seca para fuego se han disparado. No por uno, ni por diez, ni por cien. Mucho más. Y encima cuando los termómetros están todavía por encima de los 30º al mediodía.

La ciudadanía sabe que viene un invierno complicado. Más frío en lo económico que en lo meteorológico, por lo menos en Almería. Los caprichos de Putin y la inflación han provocado que gas y luz sean casi artículos de lujo, y la sociedad ha respondido llenando sus depósitos de leña seca para que cuando llegue el frío, las facturas no se disparen.

“El año ha comenzado increíblemente bien en lo que se refiere a ventas, están altísimas. Siempre compramos para tener reservas, pero llevamos un par de semanas que no para de sonar el teléfono. Nosotros solemos empezar a tener las compras fuertes en noviembre, pero este año ha sido en septiembre”, dice Juan, gerente de Los Ricardines, una de las empresas de venta de leña seca que hay en la provincia. Concretamente en Viator, en un punto estratégico como es la rotonda que da acceso al pueblo, al campamento o que permite cruzar el puente del Río Andarax.

Miles de leños se apilan en el enorme recinto de Los Ricardines. Si no fuera porque uno ya sabe de qué va la cosa, la primera impresión es pensar que las pilas de maderos no se van a vender ni en 50 años. Son dos millones y medio de kilos. Algo más, apunta Juan, “este año dos millones setecientos mil”.

Juan habla por el móvil con un cliente que quiere leña. No paró de sonarle. Juan habla por el móvil con un cliente que quiere leña. No paró de sonarle.

Juan habla por el móvil con un cliente que quiere leña. No paró de sonarle. / Javier Alonso

Le suena el teléfono por undécima vez en lo que va de entrevista. Otro compromiso/cliente que necesita varios kilos de leña. “Como esto siga así, en febrero nos vamos a quedar sin madera y eso va a ser un problema. Normalmente tenemos mucho acopiado, pero lo de este año no ha sido normal. Después no hay manera de encontrar leña seca. Verde la que quieras, pero seca es imposible”, explica el gerente, al que le suena de nuevo el móvil. No han pasado ni tres minutos desde que lo había colgado: “El año pasado empezamos para el 20 de octubre y la vendimos toda. En marzo ya casi no nos quedaba. Y ahora las llamadas no paran, el teléfono suena cada cinco minutos. Como esto siga así, en febrero me fundo la leña”, dice con un gesto de preocupación evidente. Ver para creer, preocupado por una facturación que va a ser una de las más potentes que haya visto la empresa en toda su existencia.

Pero Juan explica la clave de este inesperado año. La mayoría de los pedidos que está teniendo ahora son de clientes nuevos. Los tradicionales compran con el invierno ya empezado y para entonces, puede que el material esté ya vendido.

“Esto es una locura. ¿Sabes lo que pasa? Que no veo normal en este momento tanta venta de leña”, comienza a explicar mientras el móvil vuelve a vibrar y a emitir el timbre de la llamada: “Tengo a mis clientes todos los años, pero ahora me llaman vecinos, amigos, conocidos... y por eso estoy asustado, porque pienso que después no voy a poder servir a los tradicionales. Es que es un problema. Luego cuando me llamen los clientes en febrero, no tengo para ellos que son fieles”. ¿Y pedir más materia prima? “Un segundo pedido es muy complicado porque la leña se tala en febrero o marzo y tiene que secar. La leña verde no la quiere la gente. Seca no hay porque la compran otros leñeros, en esa fecha está muy demandada”.

Dos millones setecientas mil toneladas es el acopio de leña que tiene Juan en su empresa y que va a vender estos meses

Eso sí, lo cortés no quita lo valiente. La subida de precios también influye en este sector. Aunque la cuenta de resultados va a dar déficit de todas, todas, lo cierto es que los gastos este año han sido menudos este año para Los Ricardines. “Los costes también nos han subido a nosotros, por supuesto. Si antes la comprábamos a 6 céntimos, ahora la compramos a 7 ó 7,5. Y luego te vas al coste de la gasolina y eso es un disparate. Nosotros hemos tenido que subirla también un poco. Por ejemplo, un remolque que antes costaba 150 euros ahora es 180”, explica Juan.

Además de los precios, la mano del ser humano en el medio ambiente también es perjudicial para un sector que vive de los árboles, uno de los pocos salvavidas que todavía le quedan a la naturaleza. “En este mundo también afecta la sequía y el cambio climático. Cada vez hay más árboles secos y las arrancan, lo que evita que la producción sea mayor. También influye que es un árbol en peligro de extinción y no dejan talarla, por lo que nos suben más los precios de ese tipo de árbol”, lo que no va evitar que este año se vaya a vender como las rosquillas. Y vuelve a sonarle el móvil. Ahora son varios kilos de leña que necesita un panadero.

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