Simeón Dimitrov

Su apellido indica sus orígenes extranjeros. Y realmente nació en Bulgaria. O eso al menos indica su DNI porque su acento es almeriense total. Vive por la zona del poniente, pero lo conocí en Viator gracias a un equipo de la capital como el Poli Almería. Desde el principio lo vi como un bicho raro dentro del ecosistema deportivo, al estar totalmente alejado del estereotipo de persona del fútbol base, de esos ilustrados como les denomina alguien que entiende de qué va esto. Formado y culto, estudió para ser ojeador, representante y entrenador de fútbol, trabajando para diversos clubes, ahora en el Gabriel Cara, equipo que está haciendo grande con su trabajo diario. Otros se cuelgan las medallas gracias a la labor de tipos como Simeón, que lo mismo te vende algún producto en su labor de comercial que un jugador en la labor que hizo como representante inscrito en la Real Federación Española de Fútbol.

Si fuese padre, dejaría a mi hijo al cargo de entrenadores como él, quienes buscan que el jugador crezca tanto en el apartado deportivo como en el humano. En el primero, enseñando los conceptos necesarios para competir, ese verbo que parece tener un carácter negativo, pero tan necesario en el deporte y en la vida en general. Y en el segundo, con una serie de valores que escasean cada vez más en la sociedad, lo que hace que sea una suerte enorme conocer a personas como Simeón. Como quiera que cualquiera da una opinión de barra de bar sobre fútbol aunque la exponga como si fuese una verdad absoluta, es un placer charlar del tema con gente como mi amigo búlgaro. Observa, estudia, lee y ve antes de opinar, por lo que una conversación con él es puro aprendizaje. Siempre con su carácter humilde, fruto de una exquisita educación que a buen seguro le ha tenido que dar su familia.