Agricultura orgánica para el futuro
La ciencia puede contribuir a garantizar la seguridad alimentaria en tiempos de cambio climático
Que el clima de nuestro planeta ha cambiado a lo largo de su historia es un hecho. La temperatura global ha experimentado un mínimo de 8 ciclos de glaciación y calentamiento en los últimos 800.000 años debido, fundamentalmente, a pequeñas variaciones de la órbita terrestre. Sin embargo, la tendencia de calentamiento actual no es natural, sino producto de la actividad humana y la emisión de gases de efecto invernadero. Así pues, la agricultura se enfrenta al enorme reto de garantizar la producción de alimentos en este entorno de condiciones climáticas adversas para una población en constante aumento. Otro reto es producir alimentos siguiendo un modelo de agricultura orgánica o ecológica, más respetuosa con el medio ambiente, frente al tradicional modelo de cultivo convencional basado en el uso de plaguicidas y fertilizantes.
En este contexto surge el proyecto BRESOV. Financiado por la Unión Europea, este proyecto reúne a un nutrido grupo de investigadores pertenecientes a 22 instituciones europeas, entre ellas la Universidad de Almería. Su principal objetivo ha sido desarrollar nuevas variedades mejor adaptadas a las condiciones impuestas por el cambio climático en tres especies hortícolas de enorme relevancia: judía, brócoli y tomate. En concreto, el grupo de Genética y Fisiología del Desarrollo Vegetal de la UAL ha centrado sus esfuerzos en mejorar genéticamente la tolerancia del tomate al estrés abiótico. Para ello, han caracterizado un gran número de líneas procedentes de colecciones de germoplasma de toda Europa en condiciones de elevadas temperaturas y baja disponibilidad de agua, con el fin de identificar las mejor adaptadas. Esta caracterización se ha visto complementada con el empleo de las más novedosas técnicas moleculares. Las variedades seleccionadas han demostrado ser más productivas en condiciones de estrés, pero también en condiciones de cultivo ecológico, por lo que constituyen un excelente material para la producción de tomates ecológicos y resilientes al cambio climático.
Proyectos como BRESOV, que demuestran innovación y un espíritu de colaboración, son un paso adelante en la agricultura orgánica y en nuestro entendimiento de cómo la ciencia puede contribuir a garantizar la seguridad alimentaria en tiempos de cambio climático. Estas iniciativas demuestran que el futuro de la agricultura puede ser verde, resiliente y delicioso.
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