Ausencia de docentes en el debate pedagógico

Sin la participación en el debate educativo del docente, las leyes educativas carecen de sentido

Pese a todo lo dicho para la Agenda 2030 por entidades como UNICEF, UNESCO, y otras, en la cumbre de Incheon (Corea), en la que se debatió el futuro de la educación, se quedó el sabor agridulce de que existieron solo acuerdos estéticos de orden geopolítico para garantizar ideas sublimes como el desarrollo sostenible y la inclusión. No obstante más allá de la estética, de las declaraciones de buenas intenciones, no se estableció un debate importante con los docentes para conocer no solo las necesidades educativas sino las vías para llevar la acción educativa a la praxis. Los docentes quedaron en minoría en esa cumbre puesto que asistieron políticos, líderes de la solidaridad, y pedagogos sobre todo. Es más, los estudios previos para los ODS4 (objetivos) provenían de estudios pedagógicos donde los docentes no ofrecían la suficiente valoración basada en su experiencia. A raíz de esto la pregunta insurgente es la siguiente: ¿cómo se puede dejar lejos del debate de la educación a los docentes? Aunque no hace falta centrase en el nivel internacional. En la historia española hemos tenido ejemplos similares. Desde que la Revolución Francesa cambió la idea del ciudadano-súbdito al ciudadano-libre con derecho a educación, reconocido en la Ley Moyano, muchas han sido las pugnas sobre todo entre el clero y la libertad de enseñanza. En el siglo XX y XXI los partidos políticos han creado leyes según sus intereses donde desde luego nunca fueron consultados los docentes, ni los alumnos, ni las familias, agentes todos de la comunidad educativa. La pregunta insurgente está más que justificada porque los docentes son precisamente quienes tienen más conocimiento directo del hecho educativo y de las necesidades del contexto educativo. No hace mucho publiqué un artículo donde exponía una idea: la paradoja del pedagogo. En ella exponía que un pedagogo siempre había aprendido de otro anterior. Pero el primero de todos, ¿de quién había aprendido? Si su conocimiento no puede ser una ciencia infusa la ausencia de un pedagogo cero hace cuestionable su exclusividad histórica. Con esto blando una lanza a favor de los docentes sobre los pedagogos porque su trabajo no solo no está reconocido sino que nunca es referencia de las leyes educativas. Y esa circunstancia hace que las ideas sublimes de la Agenda 2030, que es actual, carezcan de sentido.

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