Carta del Director/Luz de cobre

Desaladoras para hacer frente a la sequía

La desalación garantizará en el futuro los recursos hídricos que necesita Almería, lo que no significa renunciar a trasvases

La ministra de Transición Ecológica y el reto Demográfico, Teresa Ribera, decía el lunes en Diario de Almería "saber que en todos los escenarios que manejamos tendremos que reducir el agua disponible del Tajo, por lo que hay que prepararse para que no sea un problema. En año y medio vamos a ganar 40 hectómetros cúbicos de las desaladoras y habrá que trabajar para interconectar todos los recursos". Puedo compartir y comparto, que diría el malogrado presidente del Gobierno de España, Adolfo Suárez, parte del argumentario escenificado y verbalizado por la ministra. A poco que seamos consecuentes y nos alejemos de demagogias, hemos de asumir que el cambio climático es una realidad que ha venido para quedarse, por lo que los recursos hídricos de la cuenca del Tajo serán cada vez menores.

Con precipitaciones a la baja, macroproyectos de trasvases como el del Ebro e, incluso, aquellos que ya están vigentes como el del Tajo-Segura o Negratín-Almanzora corren serio peligro de quedar ahí, inertes, a la espera de años hidrológicos de bonanza que, para desesperación del Levante español y para los que aquí habitamos serán cada vez menos y dilatados en el tiempo.

La desalación, por tanto, se ha convertido en el relevo al que asirse para garantizarnos unos recursos que no tenemos, necesarios, justificados y rentables. No olvidemos que somos la despensa de Europa. Cultivamos gran parte de las frutas y hortalizas que el viejo continente consume, a un precio razonable y con un coste hídrico muy por debajo de cualquier otro cultivo o región.

La capacidad de adaptación, de reinventarnos, de ser rentables, ha crecido en el sector agrícola en la misma línea que la demanda aumentaba. A ello ha contribuido de forma decisiva la tecnología aplicada a la desalación, logrando precios, si no competitivos, si asumibles o casi, para el primer eslabón de la cadena, que no son otros que los agricultores. Y es ahí donde hay que insistir. Es ahí donde el sector debe obligar al gobierno de turno para que cumpla los compromisos contraídos. Tenemos la mejor tierra, disponemos de los mejores agricultores y frente a nosotros existe un mercado potencial capaz de pagar precios razonables por aquello que cultivamos.

Las palabras de la ministra deben entenderse como razonables. Pero hay que dar paso a los hechos, que transitan por acelerar la desaladora del Bajo Almanzora, demasiados años anegada y durmiendo el sueño de los justos; se hace imprescindible duplicar la capacidad de la de Carboneras, prometida y proyectada desde hace demasiado tiempo y buscar alternativas a los precios del metro cúbico de agua. Las ayudas no deben entenderse como un gasto superfluo. Al contrario, son una oportunidad de asentar una industria, mantener población y crear riqueza.

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