Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Sin límites
Por leyes y ordenanzas sobre los patinetes que no quede: la última ha sido la obligación de contratar un seguro como cualquier otro vehículo circulante. Ya tenían la obligación de llevar casco, luces de situación, un solo ocupante por patinete, no sobrepasar los 25 km/h…y, por supuesto, cumplir el código de circulación como cualquier otro vehículo: no ir por las aceras, ni por dirección prohibida, ni por calles peatonales, ni cruzar semáforos en rojo, ni usar el carril de emergencia del Paseo -antes, carril saludable (sic)- ni el carril bici que, como su propio nombre indica, es para las bicicletas. Que dicho sea de paso, también se pasan por el arco del manillar un buen número de esas prohibiciones. ¡Con el dineral que nos han costado los diez mil y pico kilómetros de carriles bici que hay en España! Pagados, como es natural, con dineros públicos, es decir de lo que pagamos los contribuyentes.
Hubo un tiempo, hace más de cuarenta años, en que nos maravillábamos al ver ciudades europeas como Copenhague, Amsterdam o Edimburgo cuajadas de ciclistas. Y no solo de deportistas, jóvenes y turistas, sino ejecutivos, personas mayores y militares sin graduación. Actualmente hay ya ciudades con más bicicletas que coches. En España, a pesar de los diez millones de metros de carril bici, se ven pocas bicicletas. Y encima muchos prefieren subirse a las aceras y atajar por calles peatonales y direcciones prohibidas. De respetar semáforos o pasos de cebra ni hablamos. Otra ventaja que se esperaba del uso de bicicletas es el derivado de la actividad física, pero están emulando a los patinetes mediante la aplicación de un motor eléctrico, como hizo el inventor del “Mosquito” allá por los años cincuenta, con un motorcillo de gasolina. O sea, que al igual que con los patinetes eléctricos, lo que estamos haciendo es promover la vagancia. Recordemos que hace pocos años el Ayuntamiento de la capital subvencionó generosamente la compra de patinetes eléctricos.
Y todo esto nos tiene apesadumbrados. Ya no basta con mirar a ambos lados de la calzada antes de cruzar la calle. Ahora, antes de salir del portal tenemos que asomar la cabeza bajo el dintel porque puede venir, por la izquierda o por la derecha, un bólido conducido por una mole de setenta o noventa kilos en canal, lanzada a tumba abierta. ¡Angelicos! Nos van a quitar de andar a los viejos, que somos los únicos que estamos dispuestos a cumplir con las recomendaciones de los galenos.
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