Reflejos
Francisco Bautista Toledo
Tres signos de la Navidad
LA obra y el pensamiento de un buen número de almerienses ilustres está imperiosamente necesitada de tener una presencia efectiva en la conciencia de nuestros conciudadanos en general y de las instituciones en particular, tras muchos años de incuria generalizada tanto en el ámbito privado como en el público. Ayer, 20 de septiembre, en el día en que se conmemora el centenario de su muerte, la Universidad de Almería abandera la recuperación y divulgación de la figura de Nicolás Salmerón y Alonso, presidente de la Primera República. Como universitario y hombre de estado, su figura es un ejemplo de tolerancia y virtud cívica. Sus escritos dejaron huella en la historia espiritual de las letras, las ciencias y la cultura. Su labor política supuso uno de los intentos más serios de implantar una práctica política moderna y democrática en una circunstancia española nada favorable.
No se trata de una mera evocación del hombre y la obra, ni de la exhumación arqueológica de una labor carente de toda actualidad, sino de la recuperación productiva y creativa de un importante personaje histórico, que sitúa en su circunstancia este ejemplo preclaro de la peculiar historia de hombres y mujeres que, nacidos en Almería, emigraron a otras tierras, pero que nunca perdieron el impulso y la inspiración de su patria chica.
Nicolás Salmerón constituye un claro antecedente de la historia de las ideas democráticas por su forma de vida buena y, en fin, como ejemplo de vida humana en la sociedad moderna. Es muy probable que para la izquierda se trate de un conservador, y para la derecha, de un revolucionario. Sencillamente estamos ante un demócrata empeñado en modernizar la vida española. En tiempos como los nuestros, de absoluta penuria para el valor y la digna consideración de lo político, la recuperación de la figura de Salmerón nos devuelve a un momento en el que el pensamiento liberal y progresista se ve abocado a hacer frente a los males de la patria, y hacerlo con los únicos instrumentos que legitiman la vida pública: la voluntad libremente expresada de los ciudadanos y la coherencia y responsabilidad moral de sus dirigentes.
Me van a permitir que sugiera en trazo grueso y sin perfilar del todo, lo que, a mi modo de ver, resume la trayectoria de nuestro ilustre paisano, como hombre de ideas y animal político. Como hombre de ideas, y según reza la placa al pie del monumento de la Puerta de Purchena, sólo quiso ser considerado un filósofo. Su evolución en este sentido va desde la adhesión al idealismo krausista que suponía que toda acción intelectual tenía que estar presidida por el intento de elevar a los seres humanos concretos a su máxima dignidad hasta un positivismo reformista que, presidido por la virtud de la prudencia, pudiera llevar paso a paso a los españoles, a luchar por el bienestar del pueblo y la modernización de las estructuras de convivencia de la sociedad. Su testimonio destaca que, si bien las ideas políticas son importantes, su práctica ha de estar presidida por principios morales.
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