Villaricos se lo merece

Sí, Villaricos, la antigua colonia púnica y ciudad romana de Baria, se lo merece porque de ella hizo mención en sus escritos Cicerón, el más grande de los pensadores romanos y político de primer orden en su época.

Villaricos se lo merece porque en su antiguo solar actuó militarmente Publio Cornelio Escipión, vencedor de Anibal y probablemente el militar de mayor prestigio de la antigua Roma.

Villaricos se lo merece porque en esta ciudad romana constituida en municipio de derecho latino, se erigió en Hispania uno de los escasos monumentos en honor del emperador Marco Iulio Filipo del que afortunadamente conservamos el pedestal sobre el que alzaba su estatua. El homenaje tuvo lugar el año 248, en que se celebraron los Juegos Seculares con motivo del 1000 aniversario de la fundación de Roma.

Villaricos se lo merece porque de su comunidad cristiana, a principios del s. IV, salió uno de los participantes, el presbítero Emérito, en el famoso concilio de Elvira, el primero de los celebrados en España.

Villaricos se lo merece porque del lugar se conoce uno de los pocos ejemplos de templos funerarios romanos de la Hispania Citerior y del que existen testimonios escritos.

Villaricos se lo merece porque su magnifica situación geográfica permitió el trasiego al interior peninsular, a través del cauce río Almanzora, de los constantes flujos culturales procedentes del oriente mediterráneo que conformaría en gran parte la cultura ibérica.

En fín, Villaricos, la antigua colonia púnica y ciudad romana de Baria, se lo merece porque gracias a la excelente labor investigadora de Siret, su nombre e importancia científica se extendió ampliamente por Europa.

¿Y qué se merece Villaricos? Lo diré de forma vulgar. Se merece que de una puñetera vez se tome en serio su enorme importancia en la protohistoria e historia hispana que, si bien es cierto, continúa incesantemente de ser un polo de atracción para los investigadores, no ocurre lo mismo con el muy escaso demostrado por la administración, especialmente la autonómica y municipal, en línea a defender y potenciar toda su capacidad de atractivo cultural, y por qué no, su rentabilidad económica.

En la carretera que une Garrucha con Águilas, en la redonda de acceso al pueblo, ni un miserable cartel anuncia que estamos ante una antigua ciudad de enorme importancia. Nada viene a indicar que aquella es la famosa ciudad de Baria.

En las proximidades de Cuevas de Almanzora existen ejemplos recientes de ayuntamientos que han potenciado enormemente su caudal histórico-cultural. Así lo han hecho en Antas con una magnífica recreación de la cultura del Algar, o la vecina Vera, donde las excavaciones de la Vera islámica han tenido y mantienen una proyección firme y constante. Y en Villaricos, más bien poco. Salvo la apertura al público de los hipogeos con escasa publicidad (que por cierto se inundan cuando caen cuatro gotas), lo que se descubre se entierra o se deja destruir impunemente como ha ocurrido con las tumbas megalíticas de Almizaraque. (¡Qué horror ¡). Ni una simple exposición sobre el terreno, ni una pequeña muestra permanente, ni un documental de prestigio que proyectara su nombre a través de los medios audiovisuales y despertara el interés entre los alumnos de los centros educativos, aunque algo se ha avanzado con los poco frecuentes recorridos explicativos.

No vale a estas alturas del s. XXI continuar con una política cultural tan limitada que mire sólo para sí y se recree en sus repeticiones temáticas de pequeña autosuficiencia. Es cierto que los ayuntamientos a veces no disponen de todos los recursos necesarios, pero nada grande se hace de la noche a la mañana y por algo habría que empezar.

En concreto mi propuesta consiste en la recreación del monumento homenaje al emperador Filipo que se ubicaría en la redonda antes mencionada y la clara indicación de que aquella es la famosa ciudad de Baria, la mencionada por Cicerón y visitada por Escipión. Otros municipios como el de Adra o El Ejido han levantado monumentos a su pasado romano. Baria lo necesita y lo merece.