Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
El aforamiento es una figura procesal protectora, que modifica las reglas comunes sobre la competencia de los jueces para juzgar al ciudadano. Es por tanto un filtro defensivo que quiebra el principio de igualdad ante la ley al fijar que los aforados solo puedan ser investigados por Tribunales no ordinarios, como el T.Supremo, o los TSJ autonómicos. Un privilegio cuya implantación en este país gozó de gran fervor político, al punto que su extensión carece de parangón en Europa, y alarma en la UE, que reclama su revisión. Ante todo, porque provoca una sensación de (in)cultura democrática, ya que es una merced legal que desiguala al aforado con el resto del pueblo y le evita los riesgos y fastidios propios de unos saturados juzgados de instrucción, regidos por unos jueces abrumados por una labor heroica para despachar tres millones de denuncias al año, y encima con menos experiencia profesional que los magistrados de los Tribunales para aforados. No hay color puesto a elegir. Se dirá, se ha dicho de hecho, que los Juzgados ordinarios son para robagallinas (Carlos Lesmes dixit) aunque no se dice, pero lo vemos, que entre los aforados nunca faltaron ni ladronzuelos, ni vivales ni puteros, que no creo merezcan tanto aforamiento.
Es verdad que lo que ampara el aforamiento es la dignidad del cargo más que a la persona que lo ocupa, y que a este lo justifica la función pública, pero el derecho comparado, patentiza el abuso disparatado de esta bula forense en España. Vean. La Constitución de 1978 solo aforó ante el T.S., al Rey, el Gobierno, diputados y senadores. Luego el aforamiento se fue ampliando a multitud de cargos de la Administración (familia real, parlamentos autonómicos y europeos, miles de jueces y fiscales, amén de defensores del pueblo, síndicos y figurones tribales de toda ralea).
Hay quien dice que sumamos más de 27.000, y aunque no los he contado, si sé que, por ejemplo, en Francia los aforados son diecinueve, en Italia uno y en Alemania, cero. Explicaciones oirá cada cual la que quiera. Incluso que por 2018, aquel P.Sanchez que vino a regenerar la democracia, prometió que lo iba a suprimir, pero ¡ca!, no solo no lo hizo, sino que hace unos días aforó a su delfín extremeño, huyendo a escape de la jueza que le tocaba por ley. Y eso lo que revela es la poca -o nula- confianza política en los tribunales ordinarios. Y lo que daña, es la confianza en la Justicia que padecemos el resto.
También te puede interesar
Lo último