Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Con cierta periodicidad -saben como ahondar y profundizar en la herida- los dirigentes del PP de Murcia, Valencia y Andalucía se desplazan por las tres regiones para reivindicar cero recortes en el trasvase del Tajo al Segura. Una propuesta que puede llegar en 2027 y que significa, ni más ni menos, que bajar hasta un 50% el caudal que ahora reciben los tres territorios de uno de los ríos más caudalosos del país.
El agua es un bien tan básico que será objeto de guerras en los próximos siglos. Escaramuzas que ya vivimos y que aumentan de forma progresiva, en la misma medida que las sequías son más prolongadas y los intereses de unos pocos, o de muchos, se acrecientan en la búsqueda de un provecho espúreo, en un juego que se me antoja macabro e injusto.
La última reunión la han protagonizado los consejeros de Agricultura de Andalucía, Murcia y Valencia, junto con representantes de los sectores económicos afectados por la que se avecina. En la provincia de Almería, que es la que nos interesa por estos lares, el consejero Ramón Fernández Pacheco cifró las pérdidas en 30 millones de euros anuales y las hectáreas de cultivo unas cinco mil. Desconozco aún si la cifra es real o si la previsión y el cálculo está hecho a “ojo de buen cubero”. Sea como fuere, al alza o a la baja, lo cierto es que el recorte no va a pasar desapercibido para los agricultores de la comarca del Levante. Un recorte que tendrá su influencia en el agua disponible y en el precio de la que en el futuro lo vaya a sustituir. Porque está claro que los hectómetros cúbicos que dejen de llegar van a ser repuestos por las desaladoras. Y es aquí donde la inversión de aquellos que ahora juegan al despiste y al regate va a ser necesaria y perentoria. Llevamos muchos años sufriendo una pertinaz sequía, avanzadilla de los tiempos que se avecinan. Pero de forma paralela esta tierra ha sido capaz de buscar alternativas que palíen, en parte, la escasez que nos acogota. Desaladoras como la de Carboneras, la de Águilas, la prevista en la zona de Villaricos, la de Mar de Alborán, la de la capital o la de Balanegra, han sembrado las semillas de la autosuficiencia, conocedores de que los problemas los resolvemos nosotros o nadie va a venir a hacerlo.
¿Cuáles son las premisas? La primera el coste del metro cúbico del líquido elemento que se incrementa de forma notable y no todos los agricultores pueden hacer frente por la rentabilidad de sus cultivos. La segunda es el escaso compromiso que existe por parte de las administraciones para afrontar con garantías la perentoria necesidad de agua que esta tierra tiene, si queremos seguir siendo la avanzadilla o la punta de lanza de una agricultura moderna, productiva, ecológica y sostenible. La conclusión es clara: todos los recursos disponibles son bienvenidos y la solidaridad hay que seguir cultivándola o no seremos.
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