La tapia con sifón
Antonio Zapata
Pudieron ser estrellas, 4: Espronceda
Concluidas las enseñanzas secundarias que antaño se decían enseñanzas medias, las pruebas de acceso a la universidad abren generalmente las puertas a la educación superior o universitaria. Tránsito este que constituye un particular hito académico en la historia escolar de los estudiantes. Su dificultad principal no es alcanzarlo, sino obtener la calificación final que permita, tras superar la prueba, acceder a la titulación deseada. Realizar tales estudios universitarios es, por otra parte, una aspiración familiar y social que ha formado parte, y no deja de hacerlo, de ese imaginario, por metafórico, ascensor social de la formación acreditada con las titulaciones académicas. Actualmente, aunque rige todavía el anhelo de la cualificación universitaria, las enseñanzas también superiores de la Formación Profesional resultan atractivas y deshacen la antigua falta de consideración prestada a esas enseñanzas profesionales frente a las académicas. De hecho, cada vez se aproxima más el porcentaje de matriculación en las enseñanzas de Formación Profesional y de la universidad, con varias Comunidades Autónomas donde ya son mayores en el primer caso. Así las cosas, algunas contradicciones relevantes afectan a las enseñanzas del sistema educativo español y se prestan al análisis y el debate públicos. Es el caso de una baja tasa de obtención del título correspondiente a la conclusión de la educación obligatoria -el de Graduado en Educación Secundaria Obligatoria- y el abandono escolar temprano sin continuar estudios posteriores. Índices que coinciden con una alta matriculación en los estudios universitarios y la obtención de titulaciones superiores. Como uno de los efectos más significativos de tal paradoja está la “sobrecualificación” profesional de personas con estudios superiores en empleos que no corresponden ni requieren la formación superior cursada. Celebrarán pronto los estudiantes de Bachillerato la superación de la prueba de acceso a la universidad, aunque le suceda la contrariedad de no contar con puntuación suficiente para acceder a los estudios preferidos. Y cursarán el grado universitario que resulte con la perspectiva de unos años de estudio bastante significativos en su vida académica y personal. Hasta que, con el paso de los años, evoquen la ansiedad y el nerviosismo ante la realización, como ahora ocurre, de la prueba de acceso que los convirtió en universitarios.
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