De la era digital al transistor a pilas

Benditos transistores a pilas guardados en las alacenas de los recuerdos más preciados que cobraron vida con el apagón

Los transistores fueron imprescindibles el lunes por el apagón
Los transistores fueron imprescindibles el lunes por el apagón

04 de mayo 2025 - 06:00

El apagón del lunes nos devolvió al pasado reciente con la fuerza de un ciclón. Inmersos en la era digital y su poder, descubrimos nuestras debilidades y fragilidad en segundos. No se trata, ni muchos menos, de anclarse en el pasado, pero si de poner en valor los instrumentos que un día nos di mos y que hoy vuelven al futuro, con la grandeza que tuvieron y la capacidad de generar adeptos que nunca perdieron. La radio y su poder. La radio, compañera de fatigas de generaciones y generaciones. La radio como dispositivo necesario e infalible para atropellar la soledad o el silencio que la ausencia de luz nos dejó. El transistor a pilas, con sonido analógico, incluso con interferencias, que nos permitió mantener la realidad de nuestro lado. El transistor olvidado en la vieja caja de instrumentos inservibles que un día fueron. El transistor que tantas alegrías nos dió. El artefacto que nos hizo soñar, con el que lloramos y reímos, con el que amamos y odiamos en la misma medida que la música sonaba, las noticias se difundían y nos acercaban a la realidad al instante.

La vieja radio, bajo la almohada, con la que escuchábamos los últimos fichajes de nuestro equipo de fútbol con la voz apituflada de José María García. El aparato que nos relajaba en las noches de invierno cuando Jesús Quintero, el Loco de la Colina, nos envolvía con sus palabras y sus silencios. Las diatribas reivindicativas de Encarna Sánchez, almeriense de Carboneras, en noches de insomnio. Los sonidos de noctámbulos perdidos en madrugadas de luna llena preñadas de tristeza. El entretenimiento de Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo y tantos otros que, con sus palabras, eran capaces de dibujarnos una actulidad en color cuando la televisión era en blanco y negro. La radio, la vieja Inter que mi padre compró a mediados de los sesenta y que le permitía, en onda corta -pocos saben ya lo que era eso- escuchar las emisiones en castellano de Radio Francia, la BBC o Radio Alemania.

Emisiones que daban cuenta de lo que ocurría en España en la época del Nodo; emisiones que nada tenían que ver con el folklore, los toros o la inaguración de pantanos, en un país que se desperezaba poco a poco y que se sacudía como podía la caspa acumulada durante años, a la búsqueda de su lugar en el mundo. Emisiones, como les digo, escuchadas con una oreja en el aparato de radio y con la otra en la puerta por si llegaba la Guardia Civil y te detenía por hacer algo prohibido. Esos transistores protagonistas del fallido Golpe de Estado del coronel Tejero y que tanto bien hicieron aquella noche del 23 de febrero de 1981, fueron el lunes los héroes, las estrellas del apagón que este país soportó con señorío durante un día. El apagón, no informativo, que nos mantuvo alerta hasta que la luz se hizo de nuevo. Benditos utensilios guardados en las alacenas de los recuerdos más preciados, que cobraron de nuevo vida como los juguetes de Toy Story cuando los niños, sus dueños, duermen.

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