22 de mayo 2025 - 03:08

Hubo un tiempo en que los desiertos eran lugares de retiro espiritual, de iluminación ascética y silencio sagrado. Hoy, el desierto se ha convertido en un render. Un render en 8K, con música épica de fondo y drones sobrevolando maquetas de cristal imposibles. Arabia Saudita, otro reino de la arena y el petróleo, ha decidido reescribir su relato con tipografías futuristas y arquitecturas verticales que desafían el sentido común, la física y, de paso, la sombra.El proyecto Neom, por ejemplo, al que ya dediqué un artículo. Un nombre que suena a medicamento experimental o a nuevo Dios digital. La ciudad lineal a modo de serpiente de acero y espejos de 170 kilómetros, que se desliza por el desierto como una promesa sin arrugas. Se vende como una utopía ecológica, aunque para construirla haya que arrancarle las entrañas a una geografía milenaria. En Neom no habrá coches, ni calles, ni historia. Solo algoritmos, velocidad y paredes reflectantes.

También me fascina el proyecto The Mukaab. Un cubo titánico de 400 metros de arista que aspira a contener dentro de sí mismo un mundo entero. Si la arquitectura es reflejo de sus promotores, entonces este cubo es una declaración de intenciones: grande, cerrado y brillante por fuera; hermético por dentro. Se dice que contendrá un “universo inmersivo” completo. La distopía ya no llega disfrazada de ruinas, sino de centro comercial.

No se trata de negar la ambición. El mundo necesita visión, necesita impulso, necesita arquitectura que mire hacia adelante. Pero también necesita memoria, escala humana, complejidad y contradicción. Lo que preocupa no es la magnitud de los proyectos, sino esa simplificación brutal del futuro: una mezcla de Disneylandia, Silicon Valley y catálogo de mobiliario brillante.

Tal vez la mayor ironía sea que, en su intento por huir del desierto, estos megaproyectos lo reproducen. Son desiertos verticales, desiertos climáticos, desiertos sin grietas, sin errores, sin azar. Y ya sabemos que donde no hay azar, no hay ciudad.

¿Y si el verdadero milagro saudí fuera construir algo imperfecto? Algo que envejezca, que se deteriore con gracia, que permita la vida sin programarla. Algo que no aspire a parecer un futuro de ciencia ficción, sino un presente digno de ser habitado. Un zoco con wifi, quizá. Una plaza con sombra de verdad.

Podemos seguir proyectando utopías de espejo, o empezar a construir lugares donde quedarse sin tener esa sensación de estorbar o de estropear el decorado.

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