Empatía y sensibilidad

08 de agosto 2025 - 03:10

La empatía más bien deriva, si bien con matices, de la misericordia y de la compasión. Verdad es que, con estos dos últimos términos, se indica el sentimiento de identificación, incluso de pena y ternura, ante los males y aflicciones de otros, la lástima por las desgracias y sufrimientos ajenos. La empatía, en cambio, no solo se aplica a las infaustas desventuras, sino que conlleva la capacidad de identificarse con alguien y, por eso, compartir sus sentimientos. Aunque, en la mayor parte de los casos, más se aplica a las adversidades, las desdichas o las fatalidades. Además, la empatía no solo es propia de los humanos, sino que algunos animales mamíferos también la presentan. Y se manifiesta de dos maneras, una cercana a las emociones y otra al pensamiento. La primera, la empatía emocional, es una respuesta casi instintiva y pronta ante los sentimientos de los otros, como llantos o lamentos desgarrados y dolorosos; mientras que la empatía cognitiva imagina o piensa en los sentimientos ajenos, para una identificación más reflexiva. Bien administrada, la empatía, cuyo mejor manejo corresponde a las mujeres, puede ser buena para la salud y favorecer el equilibrio de las emociones, de lo que también resulta un mejor estado físico. Cuestión distinta es cuando la preocupación por el prójimo es excesiva, en situaciones que conocen bien quienes, trabajando de cara al público, se enfrentan cada día a dramas humanos. En tales casos, la no involucración se hace particularmente necesaria, y puede constatarse que la desconexión resulta más factible en los hombres. No solo hay condicionantes de género en ello, orientados a la protección y la sensibilidad de los demás, sino hormonales: la testosterona mayormente masculina, más bien iracunda, y la oxitocina con más altos niveles femeninos, que facilita la comprensión emocional.

Luego, si una mirada personal introspectiva hace sabernos más o menos empáticos, también importa conocer la categoría de personas altamente sensibles. Se trata de quienes analizan detenidamente cualquier detalle, con una alta capacidad de sentir aspectos del entorno, fuerte emocionalidad y empatía, y sutil percepción de destalles que escapan a los demás. El resultado, como casi siempre, está en el virtuoso equilibrio para que la alta sensibilidad no resulte un riesgo, sino una ventaja valiosa.

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