Vía Augusta
Alberto Grimaldi
¿Hay también una ‘vía extremeña’?
La sanidad pública gestionada por empresas privadas está muy bien siempre que sus pacientes sean enfermos rentables, es decir, que como mucho estén dos días hospitalizados y sus patologías no sean complicadas. No en vano la mayoría de esos centros sanitarios (hay excepciones como la madrileña Fundación Jiménez Díaz) se denominan ‘de mediana complejidad’, y por eso es mejor acudir a ellos con algo leve... o tan complejo que te mueras nada más llegar, y entonces eres rentabilísimo. “¡Huy, ha fallecido sin esperar a que lo vean en Urgencias! Con muchos como éste la cuenta de resultados se dispararía”. Que de la sanidad pública se encargue una empresa privada, que lógicamente pretende obtener el máximo beneficio, suena raro, raro, raro, aunque al PP le parezca lo más normal porque “lo público no funciona”, sobre todo si dejas, aposta, que se hunda para justificar ese nuevo ‘modelo sanitario’. Las empresas huelen los ‘nichos de mercado’ (otro ‘nicho’ muy suculento para ellas, que muchas veces es un ‘nicho en vida’, son las residencias de ancianos), y el PP se los ofrece gustoso: Esperanza Aguirre se puso en su día a construir hospitalitos de esos en Madrid y se quedó sola, luego resultó que el número de camas hospitalarias en esa Comunidad no aumentó ni siquiera en una plegable.
Lo del hospital de Torrejón ha venido a enardecer a los chicos de Pedro (las chicas no acaban de olvidarse de lo de Salazar), pero habría que recordar que en Cataluña (¿verdad, Illa?) la sanidad privada tiene mucho que decir de su ‘colaboración’ con la sanidad pública, y sin ir más lejos (¿eh, Óscar López?) Muface no hace más que soltar dinero a las compañías aseguradoras para que luego, los funcionarios que se ponen enfermos y no son rentables, tengan la opción de escoger la pública. En otro orden de chapuzas, está el lío hospitalario que iban a organizar en Andalucía los socialistas de Susana, que hizo que media Granada saliera a la calle (doctor Jesús Candel, ‘Spiriman’, in memoriam). Sanidad pública al cien por cien con buenos gestores, eso sí, no con inútiles de partido elegidos por su perruna fidelidad a los mandos, que después nombran a un montón de subordinados (“¿qué hay de lo mío?”) con abultados sueldos y cada uno de ellos con sus correspondientes asesores. Pero ante lo que viene, lo recomendable es que usted acabe siendo un enfermo rentable, de lo más rentable. Hágame caso.
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