La esclavitud del siglo XXI

El orden queda perfectamente establecido, junto con los cargos, roles y funciones que cada uno debe desempeñar

Con el término "democracia", sin duda alguna, también nos han anestesiado. Nos han inculcado la sensación que todo ya está arreglado y que, gracias a esta maravillosa burbuja de confort -que lo es- nada ni nadie nos puede alterar. Sin embargo, no es así. El sistema, lo implante quien lo implante, quiere y desea ciudadanos que no molesten, que miren hacia otro lado. Sin embargo, la democracia es un sistema vivo que hay que mimar y defender.

A lo largo de la historia, el sometimiento y la esclavitud han tomado forma de diferentes maneras. Y es que las redes sociales con sus Big Datas -la falta y la pérdida del derecho a la intimidad personal y a su comercialización- o los trabajos forzados -llámese a la suma de la precariedad laboral y de las deudas contraídas por la ciudadanía- son parte del sistema.

Donde las víctimas no tienen capacidad para abandonar sus responsabilidades, resultado de la intimación -la expropiación o el desahucio-, los engaños -el fraude laboral- y el abuso de poder -contratación de personas en situación de exclusión social, con cargas familiares, trabajadores jóvenes o/y sin experiencia, etc-, para que, dentro de su indefensión, poder así someterlos.

El sistema se ha encargado de que el ciudadano de a pie no pueda subsistir por sí solo, si no es aceptando las reglas de explotación. Y si se dan las condiciones, a lo mejor, podrá tener una familia, eso sí, a cambio de su salud y de su libertad. Con el precio de tener que formar, con sus gastos, si puede, a los futuros esclavos. Porque los líderes del futuro ya están asignados y sus hijos -los de los obreros-, muy posiblemente, no están entre ellos.

Es por eso que todo gira alrededor de la creación de las grandes empresas -las nuevas sociedades esclavistas del siglo XXI-, que gestionan todo el material humano y a las que se les ha dado el deber y el beneplácito de controlar el factor social de los Estados, mientras que otros -el poder- juegan al concierto único internacional-. Por ello, se tiende a la eliminación de los oficios de los autónomos y de los profesionales liberales, en un intento de suprimir cualquier posibilidad de auto-gestión, de independencia o de autonomía por parte del ciudadano.

Así nadie puede cuestionar el sistema. El orden queda perfectamente establecido, junto con los cargos, roles y funciones que cada uno debe desempeñar. Y parece ser que para los nuestros, mi querido lector, ya están repartidos.

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