Ciudadano A
¿Quién puede matar a su hijo?
El edificio tiene tres plantas con dos viviendas por rellano más un bajo comercial, portería, azotea y buhardilla. El bajo lo ocupa un tendero poco escrupuloso con el peso y algo despistado con la caducidad de sus productos; la portería, una portera cotilla que suele hacer tertulia con el inquilino de la alcantarilla que está frente a su portería. Un veterinario de singular clientela y aún más singulares métodos tiene su consulta en el primero izquierda mientras los desdichados huéspedes de una patrona con un personal sentido de la capacidad de su establecimiento se hacinan en el primero derecha. Una anciana solterona con debilidad por los animalitos vive en el segundo izquierda compartiendo rellano, solo durante una época porque es el único piso que cambió de inquilino, con un poco habilidoso émulo del doctor Frankenstein. Un ladrón no muy pragmático y su señora ocupan el tercero izquierda, y la madre de unas criaturitas sádicas el tercero derecha. En la buhardilla un desahogado resiste el acoso de sus acreedores y en la azotea un ratón se divierte torturando a un gato. Sumen un ascensor que nunca funciona y tendrán completa la incomparable obra maestra de la historia del tebeo español: el 13 rue del Percebe de Ibáñez.
Podría pensarse que Ibáñez se inspiró en el gigantesco decorado de la casa sin fachada que permitía ver los movimientos de todos los personajes en El terror de las chicas de Jerry Lewis, estrenada el año en que se publicó la primera historieta de 13 rue del Percebe. Pero no. El mérito es del genial dibujante porque la película tuvo su estreno mundial en Estados Unidos el 21 de junio de 1961, y las historietas se empezaron a publicar en el Tío Vivo el 6 de marzo de ese año.
Grandes historietistas cómicos hemos tenido muchos. Refiriéndome a los de mi infancia y el universo Bruguera tengo en la cumbre a Ibáñez y a Vázquez. Y tras ellos a Escobar, Peñarroya, Jorge, Enrich o Conti. Pero ninguno, ni tan siquiera el grandísimo Vázquez de la familia Cebolleta, las hermanas Gilda, Anacleto y los cuentos del tío Vázquez, o el propio Ibáñez con sus Mortadelo y Filemón, Sacarino, o Rompetechos, alcanzó la genialidad de la rue del Percebe. Bruguera ha reeditado la serie integral con las 342 páginas publicadas entre 1961 y 1968. No se lo pierdan.
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