Fuentes y cloacas

13 de noviembre 2025 - 03:10

El juicio al fiscal general del Estado es un lamentable hecho que debía haber evitado tanto el titular, Álvaro García Ortiz, como el instructor del Supremo, Ángel Hurtado, pero su desarrollo está dejando ilustraciones muy esclarecedoras sobre el modo de actuar de jueces y periodistas. Es una pena que el tribunal no haya querido que la vista oral se retransmitiese como ocurrió con el procés, porque el juicio es una lección práctica que debería verse en las facultades de Derecho y de Periodismo.

La declaración de Miguel Ángel Campos, el periodista de la cadena Ser que fue el primero en contar que el novio de Isabel Díaz Ayuso había aceptado la comisión dos delitos para llegar un acuerdo con la Fiscalía, es de libro.

Una fuente es un informador que el periodista ha trabajado durante mucho tiempo, quizás años, gracias a una transacción mutua basada en una confianza contrastada que permite salvar el inconveniente del anonimato, elemento imprescindible para conocer o verificar hechos que, de otro modo, permanecerían ocultos a la opinión pública. Por eso, porque atañe al derecho a la información, la identidad de las fuentes tiene un seguro constitucional.

Muchas de las grandes primicias del TheNew York Times se sustentan sobre fuentes anónimas, no hay más base documental que el testimonio de personas que permanecen bajo secreto y cuya credibilidad se basa en la que aporta el propio diario. La Dama Gris informa a sus lectores en cada una de estas noticias del protocolo que aplica para verificar la veracidad de la fuente.

Por explicarlo de otro modo: ni Jiménez Villarejo ni Aldama ni Leire Díez son este tipo de fuentes, son intoxicadores que llevan debajo del brazo tantas verdades como mentiras, su palabra no vale de nada si no viene acompañada de otros documentos y, aun así, tienen un único uso, llevan fecha de caducidad a partir de la cual es mejor apartarse para no apestar como ellos. Más que fuentes son cloacas.

Miguel Ángel Campos ha dejado en el juicio lo que es una duda razonable ante la falta de una prueba concluyente que incrimine sin género de dudas al fiscal general. Tampoco es necesario encontrar la pistola humeante para dictar una condena, también vale la concatenación de unos indicios que, de modo coherente, lleven a una conclusión racional, pero el testimonio de Campos, desechado por el instructor, rompe esta cadena lógica. Aunque esto forma parte del libro de Derecho, el Supremo sabrá.

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