Ni es cielo ni es azul
Avelino Oreiro
Se adelantó el invierno
Pruebo a ser un veraneante, pero no me sale. Voy a San José y con el periódico compro un ejemplar de Campos de Níjar, de Goytisolo, ahora reclamo, antes proscrito, intentando por enésima vez sumergirme en él. Subrayo palabras, cantonear, cominear, teso, guadalpero, serillo. Goytisolo siempre me ha atraído y repelido al mismo tiempo, como un imán cuya fuerza de atracción-repulsión cambia de sentido según el polo con el que se acerque. No puedo ni quiero formar parte del club de adoradores de Goytisolo por más que esté ligado a Almería y conocidos comunes y al mismo tiempo quiero leerlo y seguirlo, porque como otros, no creo que su muerte en 2017 vaya a hacerlo desaparecer de los suplementos culturales, de las novedades editoriales, reedicciones, aniversarios, ensayos, incluso biografías. Biografía, mal asunto español sobre españoles que no lleven al menos cien años muertos. Yuyu. Biografía. Mal rollo. Mal fario. Que la haga un inglés. No te la juegues, goytisolero. Pero sigo entrando en el mundo Goytisolo desprovisto de la patina ideológica, hooligan, irredenta, casi fanática de los poseídos por lo goytisolesco, y podría citar muchos más, pero sólo le cito a él. Si quiero puedo adherirme y si quiero puedo abominar, pero sobre todo quiero verlo en los suplementos semanales, con sesudos recientes ensayos, pero no lo veo, ni siquiera buscando por internet. Memoriales, eventos, bueno, hay un instituto, en Carboneras. Chirbes, por ejemplo, avanza imparable abriéndose paso como un rompehielos silencioso y lento entre los zoquetes icebergs de la literatura, pero Goytisolo no o no aprecio yo eso. Eso sí, el reclamo de su epopeya nijariense no recula, es más, pronto se venderá junto con los indalos, es más, ya se vende junto con los indalos. Habría que investigar si su libro Campos de Níjar, retrato incómodo aunque muy literario de la Almería más zarrapastrosa de finales de los 50, se vende más ahora que antes, no lo sé, pero yo creo que sí. Cuando todo en pocos años tenía que apuntar al desarrollismo, el turimo y el cine, el dejó un cuaderno de insólitos viajes que ahora sólo puede llevar a su mundo literario, o quizás a una Almería que nunca arranca de verás y que se queda en un mundo de playas, veranos, películas, y lo peor, plástico. Campos de Níjar, campos de plástico, campos de fresas, literatura del proscrito en pack verano cabo de gata. En su kiosco habitual.
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