Lutería Nacional

19 de diciembre 2025 - 03:07

Una semanita, qué digo una semanita, veinticuatro horas; sí, eso: que me dieran las riendas del gobierno veinticuatro horas nada más. Verías tú cómo incluso me sobraría tiempo para meter en cintura a más de la mitad del país. Sí, eso: veinticuatro horas, nada más.» El quebradizo cabello atusado hacia atrás por un pegajoso cóctel de sudor y agua de colonia; los carrillos grasos y pintones, el parloteo atufante y trapajoso, el discurso ametrallado de ocurrencias y como dispuesto a la remanguillé, el mal disimulado tambaleo del corpachón apontocado a duras penas contra la barra de madera…, denotaban en Arístides Requejo Benjumea el tránsito de la primera a la segunda fase de la cogorza de padre y muy señor mío que a lo tonto había agarrado a lo largo de la sobremesa. Pontificaba como era habitual delante su confesor hostelero, o sea, el camarero, acerca de temas mundanos que él había rumiado a lo largo de las noches toledanas en las que no acertaba a pegar ojo, que eran casi todas.

«¿Veinticuatro horas? Nada y menos —terció Moncho, allende la barra—. Pero, en fin, ¿cuáles serían esas medidas que decretaría ese supuesto gobierno presidido por usted?» «Para empezar, mi gobierno sería autocrático. Yo lo primero que decretaría sería la abolición: uno, de los botellines de quinto, cuyo contenido si me apuras no rebosa una caries; dos, de los departamentos de orientación en los centros de enseñanza, pues los males que acusan los alumnos no son de índole psicológica sino sociológica; y tres, de la Lutería Nacional. Sí, has oído bien, Monchiño: Lutería Nacional. No se me lenguó la traba. Los currantes hemos canjeado la hoz y el martillo por el bombo y las bolitas. O lo que es lo mismo, hemos trocado la lógica operativa y católica del do ut des, es decir, el “te doy para que me des”, por el contradiós protestante de la gracia que cae del cielo sobre cualquiera, ya lo merezca o no. La lutería así legitima aún más la injusticia y la desigualdad constituyentes del capitalismo distribuyendo sin ton ni son a cuatro gatos las rebabas de una riqueza que, por lo demás, ha brotado de la explotación de los trabajadores. La esperanza renegó de la paloma o la bandera roja para articularse en un número de cinco cifras. Así que, ya ves: en este Ruedo Ibérico la principal fuerza antirrevolucionaria resulta que es la Administración de Lotería de Doña Manolita. Sírveme otro chupito de yerbas, anda.»

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