La (mala) cara del presidente

11 de septiembre 2025 - 03:08

Pérdida evidente de peso, cara macilenta y mirada sin brillo, rictus tenso y facciones muy marcadas. El aspecto físico del presidente ha pasado de ser un comentario de salón o de barra de bar cada vez que, en los últimos meses, Pedro Sánchez se asomaba a las pantallas de la televisión y ha pasado a convenirse en material favorito de los más influyentes columnistas de la prensa nacional y de los miles de tertulianos que copan horas de programación en radios y televisiones. Aunque ya algo se notaba y se comentaba en círculos más o menos cerrados, todo se disparó a raíz de la comparecencia en la sede de su partido para proclamar, poco más o menos, que lo de Santos Cerdán no tenía nada que ver con él y que se había enterado por la prensa. En aquella ocasión, o al menos así lo interpretó todo el mundo, el equipo de iluminación y maquillaje de Ferraz se esmeró para presentar un Sánchez medio en penumbra, con ojeras profundas y mejillas hundidas. Se trataba de reforzar el mensaje de vaya disgusto más gordo que me he llevado, aunque la cosa saliera regular.

A partir de ahí se desataron especulaciones que se han recrudecido desde primeros de septiembre cuando el presidente tuvo a bien ir a Torrespaña para bendecir la nueva temporada del telediario nocturno de TVE. El aspecto que presentó allí, que ni el moreno lanzaroteño lograba disimular, ha alimentado una especie de debate nacional sobre la salud del presidente, sin que falten voces que proclamen que hace falta una explicación oficial del Palacio de la Moncloa que despeje dudas porque se trata de un asunto público del que los ciudadanos tienen derecho a estar informados.

Espero y deseo que Pedro Sánchez esté bien y que la decaída imagen que transmite tenga como origen único el hecho de que está sentado en una especie de silla eléctrica en la que cada día recibe más de una descarga de altísimo voltaje. Motivos para acumular ojeras y tener mala cara le sobran y hasta es posible que esos rasgos se acentúen en una operación de imagen. En España ya nos pueden extrañar pocas cosas. En cualquier caso, la salud del presidente es un asunto que, mientras no le bloquee el ejercicio de sus funciones, tiene derecho a que permanezca en la esfera de su intimidad, Y respetar ese derecho a la intimidad no solo es una muestra de respeto democrático, también de educación cívica.

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