Manhattan

26 de noviembre 2025 - 03:06

En Manhattan no es un cóctel, es un bar de Málaga. Mientras vosotros vais a la semana del cine, el fical, de Almería o estáis en vuestras rutas de presentaciones, yo me las piro a una casa museo recóndita, en una urbanización de Málaga, a ver, después de 12 años, a María Eloy-García. María Eloy-García es una poeta o poetisa de Málaga, poeta o poetisa, no sé en qué habíamos quedado hace 17 años, en nada, probablemente en nada, lo más seguro, en nada. Y quedaremos en nada, también lo más probable. Las oscuridades de la rampa que sube a la casa-museo las subimos en taxi, pero las bajamos andando, con conocidos suyos, que nos llevan mencionando no sé por qué a Valle-Inclán recorriendo la noche, al Manhattan, que no es un bar céntrico cool, pensaba yo, es un bar cualquiera a la entrada de Málaga por el este, también en una zona residencial, al lado de una gasolinera, todo muy hopper. En la poco iluminada y fría terraza hablamos de cosas. Seguimos, siguen, con el tema de la razón poética, yo sigo en las nubes esperando que en cualquier momento venga el chaparrón estando, como estoy siempre, a la intemperie. Da igual que lleve un paraguas siempre en el bolso porque las tormentas, cuando estás en las nubes, siempre están al acecho. Pero no ocurrió nada salvo un frío cálido, con poca luz. Me dijo que era un esteta, luego he mirado bien el significado y no sé por qué siempre termino hablando con todo el mundo de los puñeteros perdedores. Poniendo todo de mi parte para no estropear la velada, en ese micromundo tan raro y distante, lejos de los días mezquinos de siempre en el mismo sitio, haciendo cada día más un esfuerzo para que al menos lo que ves deje de ser mezquino y consiguiéndolo poco a poco, me siento bien no siendo el esperado sino el más inesperado, lo cual equivale al escalón más bajo, el primero. La razón poética me la suda, he de reconocerlo, y el sistema, cambiadlo, ya les dije, me parece bien y luego lo volvéis a cambiar, y me parece igual de bien, mientras lo cambiáis yo me voy, sólo, a dibujar sin parar y así vivo en las nubes de la realidad sin perder un detalle de ella. Y ya me dices tú, dentro de un año, diez, dos meses, una semana, dos años y medio, cuando digas ven, es decir nunca e igual no podré ir, cuándo nos volvemos a ver. Ya sé que nunca va a venir la montaña. A mí la montaña me da igual, por mí que se quede siempre donde está. Tú, no tanto.

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