Museo 2

03 de septiembre 2025 - 03:09

Solos y desamparados en los sábados buscamos museos recónditos. Encontramos museos abiertos y vacíos. Entusiastas receptores nos reciben y explican, exponen, con el museo hay más cosas que visitar. Adra tiene un aroma fenicio que inhalas si ignoras todo lo presente, los museos vacíos, las personas, los bares llenos de gente en sábados en terrazas hablando a gritos, sin espacios vacíos, todas las mesas llenas, uno por uno, sol por sol abrasador en las calles que no dan grandes esperanzas de encontrar una mesa vacía en sábado de final de agosto.

El museo sin embargo es todo para ti, para nosotros, pequeños cortos vídeos explicativos de la albufera creciente y menguante, aves zancudas, copias de Velázquez, Picassos, bueno, un Picasso, bueno una impresión numerada de una plancha de un dibujo de Picasso, que, según la persona que nos atiende puede valer unos 5000 €, pero ni siquiera fue hecho con la mano y la plumilla de Picasso, como los grabados de Goya, no recuerdo la técnica. También un Antonio Saura, uno de los que inauguró, al menos en España, la banalización del arte, el arte que nadie comprende y nadie ve, pero sí ve el valor monetario que debería constar junto con el título y el autor, en lápiz, para que se pueda actualizar. Propongo que los museos, al menos los museos de arte moderno escriban a lápiz en el pequeño rótulo donde pone el nombre del autor y el título, junto con otros datos, el valor actual de la obra, para que la gente sepa distinguir si es o no es verdadero arte y en qué medida.

Lo que diferencia una obra de arte de una que no lo es, es exactamente eso, 5000 € mínimo, lo dijo Dalí, no yo. Por debajo de esa cifra tan sólo son cuadros bien hechos, mal hechos, buenos dibujos, malos dibujos, efluvios soberbios de presuntos artistas engolados. Pongamos otra cifra, diez mil, y subamos la calidad del arte, veinte, cien mil, un millón, eso sí que es arte de verdad. Como los best sellers, eres sólo un perdedor cuestionable si solo vendes novecientos noventa y nueve mil ejemplares, a partir de un millón los ojos brillan, los oídos oyen, los necios van, los primarios provincianos abrevan hasta el cogote en la fuente del agua banal.

Los de la capital del reino, también muy provincianos, y también de sus afluentes, caen en el pozo del verano estúpido, el verano acaba, las maletas se hacen de nuevo, luego se deshacen, sin sentido, sólos como los museos.

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