Una raya en el mar
Ignacio Ortega
Lágrimas
Hace unos días escribí en estas mismas páginas sobre ¿por qué no se cuentan chistes?, ya que es un tema que no solamente me interesa, es que me preocupa mucho. Hoy me toca escribir sobre los recientemente fallados Premios Ignobel 2024, aunque aviso, que en fecha próxima “saldrá” el escrito monográfico dedicado al de Química, al que lógicamente, le dedicaré un especial.
Comenzamos este resumen con el IgNobel de la Paz, a “Palomas que conducen bombas” a Burrhus Skinner, ya fallecido, como tantas veces en Ciencia, no lo de fallecer, sino lo de recibir un premio o reconocimiento a título póstumo, que pretendía utilizar palomas para guiar bombas a cambio de una recompensa alimentaria en los 60.
El de Botánica a Jacob White y Felipe Yamashita por estudiar los mecanismos que hacen que la planta “Boquila trifoliolata” imita las hojas de las plantas vecinas, aunque éstas sean de plástico y que según ellos se debe a un sistema de visión botánico de la citada Boquila.
El de Anatomía a un chileno y un francés, que han estudiado hacia dónde giran los remolinos del pelo en cada hemisferio. Admiten que es poco probable que las fuerzas de Coriolis tengan algo que ver en esta cuestión.
Como yo ya soy algo mayor, me ha resultado interesante el IgNobel de demografía, otorgado a la Saul Justin Newman, sobre los supercentenerarios o personas que viven más de 100 años. Según Newman, los supercentenarios proceden de zonas pobres y de difícil acceso, con altos índices de criminalidad, baja esperanza de vida y, en general, baja calidad de la sanidad. En realidad son el resultado de análisis demográficos poco rigurosos, con errores, cuando no fraudes, escribe Newman. De hecho, a menudo ni siquiera es fácil encontrar partidas de nacimiento de esos supuestos “centenarios”.
Además del IgNobel de Química, he decidido dedicar un “especial” al de Fisiología, otorgado a un estudio sobre mamíferos que respiran por el ano, que trata de respiración verdadera, no de otros movimientos de gases más o menos habituales en los mamíferos.
Por relación de amistad con algunos matemáticos devenidos en estadísticos y estudiosos de las probabilidades, termino este resumen con el IgNobel de probabilidad otorgado al trabajo de un grupo de investigadores europeos que lanzaron una moneda al aire 350,000 veces. Demostraron que tiende a caer un poco más a menudo del lado en el que fue lanzada: hablamos de un escaso 51%. O sea, que llevan razón cuando dicen que es el 50%. Estos han acertado más que Tezanos, el del CIS.
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