Tener un pueblo propio

Siempre soñé con tener un pueblo, un lugar al que amistades y conocidos siempre quieren volver. La cercanía de dos pueblos del Bajo Andarax, de donde eran oriundos mis padres y antepasados no me motivaba lo suficiente como otro más lejano de la Alpujarra granadina: Lanjarón. Hoy, peinando canas hace años, me siento parte de él, de los recuerdos que inundan sus calles y del conocimiento sincero que transmiten sus habitantes, ya conocidos después de muchos veranos “al fresco” de la zona.

Un lugar que en verano se revitaliza con sus gentes. Los veranos allí eran el centro de veraneo de amigas y amigos de otros años. Unos dejaban de venir y se iban incorporando nuevos. Donde gente mayor te saludaba por la calle sin conocerte. Un lugar cosido de recuerdos de todas las generaciones. Las grandes amistades, los amores de verano. Un olor característico a pueblo, pero este es distinto porque este es el mío al pie de una sierra nevada espléndida.