OPINIÓN | Luces y razones
Antonio Montero Alcaide
Las cosas del querer
La decrepitud afecta a las personas y las cosas. Y cursa con el descuido y el abandono. Cuando aparece y se acrecienta en los sujetos, puede deberse a una voluntad deliberada, y no pocas veces patológica, o a los efectos de circunstancias que no cabe apartar o evitar, a fin de que no provoquen tales estragos. En estados más intensos o avanzados, la decrepitud es la antesala de la muerte, si es que no estaba recreándose la parca en la extinción de la vida consumida por el descuido. La fachada de esta casa también manifiesta, aunque inanimadamente, el abandono. Quizás mejor sea decir que así resulta porque no da morada a la vida humana que la habite y la cuide. De manera que el desenlace se presagie con el desplome de un derrumbe. Mas como el abandono no solo influye o afecta por sus efectos directos, sino por los provenientes de la contemplación, el fotógrafo acierta en su enfoque, ya que la fachada evoca, por contraste, los tiempos de su bien dispuesta y firme compostura, y reclama, con apremio, el auxilio de la restauración. Pues esta recompone el estado de los muros y ventanales, repara el deterioro y rehabilita la casa. No tan fácil sería con sus moradores, aunque las bondades del cuidado -tanto propio como recibido- también recuperan disposiciones, y apariencias, para que las facultades solo disminuyan digna y naturalmente.
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